Mi padre conoció a su amante paseando a los perros

 

Y de entre todos los sitios posibles donde puedes conocer a la persona con la que arruinarás a tu familia se encuentra el parque de perros.

La verdad es que no sé cómo se pasa de una conversación en la que hablas sobre tu mascota a empezar a ponerle los cuernos a tu mujer. Un día estaban hablando de qué pienso es el mejor y al día siguiente estaban cogidos de la mano (como aquel que dice). Un día hablaban de lo caro que se estaba poniendo el veterinario y al día siguiente mi padre andaba robando bombones de mi casa para dárselos a su nueva churri (literal). Un día paseaban juntos a sus respectivos perros y, al poco tiempo, la metía en casa aprovechando los ratos en que mi madre y yo nos íbamos por ahí sin él (porque siempre tenía excusa para no acompañarnos).

La cuestión es que, sin comerlo ni beberlo, mi padre comenzó a hacerse la víctima con ella y a contarle sus penas. Le hablaba de que su mujer estaba enferma y él tenía que cuidarla y, por lo visto, a ella eso le mojaba las bragas. Supongo que pensó que era un buen hombre y que lo quería para ella. Mejor un hombre que te cuidaba mientras estabas enferma y traía un buen sueldo a casa cada mes que su marido, que estaba parado desde hacía años y se tiraba a la bartola en el sofá a ver la vida pasar día tras día. Pero, déjame decirte que no es oro todo lo que reluce, puesto que una persona que deja a su mujer enferma y la intercambia por otra sana y más joven, entrándole por la vena de la lástima, puede volver a hacerlo a la mínima de cambio.

Aún recuerdo esa tarde en la que una vecina me llamó a su casa para decirme que habían visto a mi padre con otra. Me metieron en medio para que yo fuera la que le diera la noticia a mi madre por su delicado estado de salud. Yo, inocente de mí, hablé primero con mi padre con la idea de que fuera él quien diera la cara y hablase con mi madre, con la esperanza de que lo desmintiera todo. Al cabo de los días, al ver que él no se dignaba a hablar con mi madre, se lo conté a ella. Y hablaron. Y él le juró por mi vida (la vida de su hija) que no le era infiel. Y mi madre le creyó.

Un año después, tras una escapada de fin de semana con mi madre, ella recibió una llamada anónima en la que le informaron de que, mientras ella y yo estábamos fuera, mi padre había metido a una mujer en nuestra casa para pasar el fin de semana con ella.

Lo peor es que ni siquiera supo ocultarlo bien.

Llevaba teniendo una doble vida desde hacía un año y medio.

Al menos ella había tenido la decencia de dejar a su marido, pero él seguía negando lo evidente y alegando que era solo una amiga.

Una amiga con la que se fue a vivir en cuanto mi madre la puso de patitas en la calle.

Mi madre fue la cornuda del barrio y, como no salía de casa por su enfermedad (salvo cuando yo la llevaba en coche a los sitios para que no se cansara), no se había enterado del secreto a voces.

Encima, para terminar de rematar el culebrón, mi padre había metido a la hermana de ella en un piso antiguo de mi madre, con la excusa de hacerle un favor a una vecina que lo estaba pasando mal porque había muerto su marido y a ella la habían echado de su casa junto a sus dos hijas. De esta forma, mi padre le pasaba dinero a su amante para que ella pagara su propio alquiler y ésta, a su vez, le pasaba dinero a su hermana para ayudarle con el alquiler, por lo que el dinero daba vueltas en círculo y resultaba en que mis propios padres estaban pagando el alquiler del piso que tenían alquilado (no sé si me habré explicado bien, porque parece todo bastante lioso y explicado por Rajoy —ja,ja,ja—, así que lo resumo con ese refrán que dice: «y, aparte de puta, pongo la cama»; y así nos entendemos todos).

Así que, cuando veas en la tele o leas en un libro una historia que parece surrealista, recuerda que a veces la realidad supera a la ficción.

Yo, por mi parte, al haberme quedado sin mi madre, ser hija única y ser mi padre la única familia que me queda, he tenido que perdonarle todo el daño que le hizo a mi madre (y me hizo a mí por extensión), pero aún sigo esperando una disculpa y una conversación por su parte, algo que sé que, si es por él, nunca llegará. Y, aunque suene feo: yo perdono, pero no olvido (sorry but not sorry).

 

Anónimo.