Probablemente alguna vez a muchas de vosotras os ha entrado curiosidad por eso de los clubs swingers, es posible incluso que os hayan entrado ganas de probar y os hayáis visto frenadas, ya sea por miedo a que afecte a vuestra relación de pareja, ya sea porque a vuestra pareja no le llama la atención (lo cual, huelga decirlo, es perfectamente legítimo y respetable) o por no saber qué esperar. 

Pues bien, yo he ido a un club swinger con mi pareja, y me gustaría contaros un poquito sobre la experiencia, sobre las expectativas que tenía y la realidad y, por supuesto, por cómo me siento ahora al pensar sobre ello (ya os adelanto que nada mal). 

Mi novio y yo, desde el principio, hemos hablado sobre nuestras fantasías y hemos estado abiertos a la posibilidad de, juntos, hacer algo con otras personas (tríos, intercambios, ese tipo de cosas), así que cuando una amiga mía y su novio nos contaron su experiencia en un club swinger, empezamos a plantearnos la posibilidad y finalmente nos decidimos. 

Lo primero fue consensuar límites. Mi novio era el que más estaba abierto a cualquier posibilidad, pero yo, aunque tengo la fantasía de hacer un trío o un intercambio, todavía no me siento preparada para dejar que otros me toquen o ver que otra persona toca a mi novio – es algo en lo que voy a ir trabajando poco a poco –,así que nos ajustamos a ello y acordamos que, en principio, nos centraríamos en lo voyeur, mirar y dejar que nos miraran, y en el BDSM. 

Al llegar al club nos atendieron rápidamente y, tras decirles que era la primera vez, nos hicieron un tour por el local y nos explicaron sus normas. Para empezar, algo que hacen en muchos locales de ese tipo es que limitan la asistencia de chicos que van solos, y tienen restringidas ciertas zonas. Además, naturalmente, se esfuerzan en que sea un espacio seguro, por lo que hacen especial énfasis en que se ha de respetar el “NO”.

El club al que fuimos estaba dividido en varias zonas, algunas de ellas abiertas a todos y otras exclusivamente para parejas, además de un vestuario donde puedes ducharte y dejar tu ropa en la taquilla – ponen a tu disposición sábanas, chanclas, albornoz, pareos, etc. –. Después de beber una copa, mi pareja y yo fuimos a una habitación privada (pensadas para tríos o para tener un poco de intimidad) para calentarnos un poco. Todas las habitaciones tenían puerta y pestillo, así si no querías que nadie entrase, bastaba con cerrar; una puerta abierta se consideraba una invitación. Como ya he adelantado al principio, nosotros teníamos decidido que únicamente dejaríamos que nos miraran, así que teníamos las puertas cerradas, dejando abiertas unas cortinillas que permitían mirar desde fuera. 

Después pasamos a la habitación dedicada al BDSM, equipada con un potro, cadenas, una cruz, herramientas varias para azotes… Y, para finalizar, después de un rato, fuimos a una habitación concebida para el voyeurismo, desde donde dejamos que nos miraran mientras echábamos un polvo, siempre con la puerta cerrada.

Nos fuimos después de tomar otra copa y, la verdad, bastante satisfechos con la experiencia. He de decir que, aunque tenía muchas ganas, llevaba desde que lo decidimos bastante nerviosa por no saber qué esperar – mi novio se puso nervioso también, pero en el último momento, cuando se materializó –, pero las cuestiones que me preocupaban – invasión del espacio, sentirme cohibida, etc. – no llegaron a darse. En general, percibí una actitud muy respetuosa por parte de todo el mundo: nadie intentó entrar en las habitaciones en las que estábamos ni interactuar forzosamente con nosotros. Una cosa que también me gustó y me ayudó a sentirme menos cohibida es que había bastante diversidad en lo que se refiere a cuerpos y edades, no era ni mucho menos un lugar lleno de hombres y mujeres jóvenes y con cuerpo de modelo. La verdad es que no me importaría repetir, quizás ampliando límites y probando varias cosas que no llegamos a utilizar – una cama en la que cabían unas 6 parejas, diván tantra, etc. –,aunque todavía no sé si podré decidirme a interactuar con otras personas, pero poco a poco.

En resumen, os animo a probarlo si os apetece. Lo más importante es, si vais en pareja, consensuar previamente los límites y comunicaros todo el rato; mi pareja y yo nos íbamos preguntando mutuamente cómo íbamos e incluso acordamos una palabra de seguridad por si acaso. Después… a relajarse y disfrutar. 

 

L.