Sé que muchas estaréis llenas ya de leer historias de suegras malvadas y estoy segura de que habrá muchísimas suegras maravillosas que sean para vosotras como una segunda madre, pero para mí no ha sido el caso. Lo pero de todo es que sí lo pareció durante un tiempo, pero cuando llegó la maternidad, mi suegra se convirtió en LA suegra, es ese estereotipo de abuela paterna del que tanto se habla ahora y no entiendo por qué.

Mi marido y yo nos casamos pronto, llevábamos apenas un año juntos cuando nos dimos el “Si quiero”. Todo el mundo creía que tendríamos descendencia pronto, pues habíamos hecho todo con mucha prisa, pero no. Nosotros nos casamos porque estábamos muy enamorados y queríamos celebrarlo, pero no teníamos prisa.

El año que cumplíamos 10 de novios (9 de casados) fue cuando la rayita de aquel test de embarazo se marcó. Mi marido y yo saltamos de felicidad y, aunque quisimos ser discretos en un principio, no tardamos en decírselo a nuestros padres. Les regalamos a ambos matrimonios unas tazas que, al calentarse aparecía el mensaje “Vamos a ser abuelos”.  Mis padres tardaron un buen rato en dejar de llorar y abrazarnos. Estaban muy felices. Me pidieron permiso para estar presentes cuando se lo dijésemos a mi hermana y mi sobrino, porque querían ver su reacción y empezar pronto a hablar de cómo el amor no se divide porque se multiplica y todas esas cosas que le habían dicho a mi hermana cuando supieron que yo estaba en camino.

Cuando se lo dijimos a mis suegros se alegraron mucho, pero mi suegra ya no entró con buen pie. Sé que es absurdo, pero no me sentó bien el tono en el que dijo “Bueno, abuelos ya somos, no es novedad”. Es como que quería marcar que era especial, pero no tanto. No le quise dar importancia pero si vi cómo mi marido torcía un poco el gesto.

Cuando ya tuvimos una ecografía que enseñar y la confirmación de que, al menos por ahora, estaba todo bien, hicimos una comida familiar en cada una de las casas. La primera fue en casa de mis suegros. Allí llegaron mis sobrinas con sus padres, muy emocionadas de saber que iríamos, pues nosotros siempre jugamos mucho con ellas y nos quieren un montón. La hermana de mi marido nos miró con una sonrisita que nos hizo saber que alguien le había dicho ya a lo que veníamos. El hermano disimuló menos todavía, dándonos la enhorabuena nada más llegar.

Mi marido estaba bastante ofendido porque nos hubieran quitado la oportunidad de contarlo nosotros, pero aunque fuera sólo por la niñas, debíamos seguir adelante con la ilusión durante la comida. Al poco de sentarnos él contó que esperábamos un bebé (soltando alguna puya sobre lo bocazas que era su madre) y al momento sus sobrinas (hijas de su hermana) se abalanzaron sobre nosotros armando un jaleo tremendo. Son dos niñas maravillosas, la verdad, y mi cuñada sí había querido dejarnos la sorpresa a nosotros porque sabía la ilusión que les haría.

En ese momento de enorme felicidad y jolgorio, mi suegra se coronó como “la abuela paterna” que sería y comenzó su reinado despreciable “No os alegréis tanto que ahora los regalos habrá que repartirlos y ya os estáis olvidando de tantos jueguitos con los tíos, que ahora tendrán ya su propio bebé con el que jugar”. Las niñas frenaron en seco, sus caritas iluminadas de felicidad tornaron en algo similar a un puchero. La pequeña agachó la cabeza y me miró con cara de estar sintiendo toda la pena del mundo a la vez. La mayor casi casi levantaba una ceja de indignación hacia su abuela y, justo cuando mi marido y mi cuñada se levantaban para reñirle a su madre, ella dijo “No, abuela, eso es mentira, lo mismo me dijiste a mí cuando iba a nacer Natalia y mis padres me quieren igual que siempre.” Pasó el brazo sobre los hombros de su hermana pequeña y siguió mirando indignada a su abuela.

Mi cuñada agarró a su madre por el brazo (al parecer no tenían noticias de aquello que había desvelado su hija) y se la llevó a la cocina sin mediar palabra. Mi suegro, el pobre, no sabía dónde meterse y cómo disculparse conmigo. Empezó a contar que los celos que sintió de pequeña por culpa de su padre la había traumatizado y no sé cuantas cosas más… Todo eran excusas que seguro que tenían algún sentido, pero a estas alturas de la vida, utilizar tus malas experiencias para proyectarlas en las siguientes generaciones… Creo que tenemos bastantes más recursos a nuestro alcance, la verdad.

Ni qué decir de mi sobrino y todos los planes que hizo sobre cómo cuidaría a su primo/a… Cuando ya estaba bastante avanzado el embarazo, hicimos una merienda en casa para el hijo de mi hermana y las hijas de mi cuñada. Aprovechamos para hablar de que pronto cambiaría todo, pero desde una perspectiva positiva. La actitud de mi sobrino y mi sobrina mayor ayudó mucho a que la pequeña se relajase un poco ante la inminente llegada de mi hijo.

Después de varias semanas de comparaciones odiosas, de consejos no pedidos y de críticas por prácticamente todo lo que hacíamos o decíamos, llegó el día en que nos juntamos toda la familia en casa de mis suegros. Regalos para las niñas, cuentos para las niñas, piropos para las niñas… Mi marido miraba a mi hermana, que le hacía gestos de no entender nada. Mi sobrina mayor vino a dejar unos cuentos en el carrito de mi hijo, pues no tenía sentido que ellas dos tuviesen los mismos cuentos repetidos y mi niño ninguno. Y eso fue solo el principio.

Desde que mi suegro, desgraciadamente, falleció hace dos años, ya nadie en esa casa impide que mi suegra desprecie veladamente a mi hijo. Él, que ya tiene 4 añitos y es un poco más consciente, replica lo que considera cuando algún comentario no le gusta y  sus primas siempre lo defienden y comparten con él la cantidad desproporcionada de regalos que la abuela les da en su presencia mientras él abre su paquete de 8 pinturas, más feliz que un ocho. Sé que esto le vendrá en su contra. Mis sobrinas y mi cuñada están muy cansadas, pues tienen miedo de que el niño se acabe enfadando con ellas o cogiéndoles manía. Se cansan de llamarle la atención, pero ella se pone a llorar y hacerse la víctima de todo, como si no le quedase más remedio que hacerlo así.

Al menos el resto de la familia compensa el cariño que su abuela le niega a veces y tiene unos abuelos maternos que lo aman con locura, exactamente igual que a su primo. Ni más, ni menos.

 

 

Escrito por Luna Purple, basado en una historia real.

 (La autora puede o no compartir las opiniones y decisiones que toman las protagonistas).

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