Llevo tres años viviendo en el mismo piso y lo justo sé quiénes son los vecinos, lo juro. Igual por eso acabo de descubrir algo que probablemente lleva pasando mucho más tiempo.

A mí no me gusta el fútbol una mierda, así que nunca sé si hay partido importante, champions, mundial, ni nada. Si no fuera, claro, porque el vecino de al lado (en el rellano somos tres) y sus colegas gritan como posesos cada vez que hay partido y alguien mete un gol, así que vamos a decir que me entero por cojones. Un día me di cuenta de que entre goles, penaltis, faltas, y lo que fuera que les hacía dar el coñazo, siempre había de fondo un sonido como de folleteo. Yo empecé a pensar que ponían el fútbol en mute en la TV y una peli porno en el PC, o algo así, vamos, yo súper convencida, porque no le veía otra explicación a que siempre coincidieran los dos ruidos: el de fútbol y el del forniqueo. 

Un domingo por la tarde, bajé a sacar al perro y me encontré con el otro vecino, el de enfrente, con la camiseta y la bufanda del Barça, que me dijo que se iba al fútbol (¿en serio? no me digas) y bueno, tuve que bajar en el ascensor con él y menuda brasa con el puto fútbol. El caso es que después de un rato, media hora o así, volvimos a casa mi perro y yo, y otra vez coincidimos en el ascensor pero con otro tío, y mira que odio compartir el ascensor.

Me preguntó a ver a qué piso iba, le dije que al tercero, y él dijo que también, y yo pensé “otro imbécil que va al piso de los hooligans”, pero cuando llegamos, yo me fui para la izquierda y el para la derecha, es decir, al piso de enfrente, de donde acababa de salir el pesado de la camiseta y la bufanda. Le abrió la puerta la mujer del pesado, y yo me metí en casa sospechando algo raro, porque aunque yo estaba de espaldas, sentí que no se saludaron a un volumen normal; yo no oí que se dijeran nada, se cerró la puerta y punto.

A mí el fútbol no, pero un buen marujeo me encanta, así que estuve en casa en silencio, escuchando súper atenta. Y otra vez más, los hooligans berreando y los gemidos de fondo. Agarré y me salí al rellano y me quedé ahí quieta poniendo la oreja. No me corté nada. Clarísimamente, los gemidos venían del piso del pesado, no del de los hooligans.

Me puse hasta nerviosa, yo wasapeando a mis colegas, hasta conseguí grabar audios desde su puerta en los que se le escuchaba al tío empujando cual toro bravo y a la tía a grito pelao. Si me llegan a pillar se lía pero bien, lo que pasa es que así es el morbo, qué coño. Volví dentro y puse en la tele el fútbol (en mute, claro) para saber cuándo acababa, porque suponía que el tío saldría por patas antes de que llegara el pesado. Nada. Acabó el partido y se fueron los hooligans, pero no salió nadie del piso de enfrente. Y yo en la mirilla, como una psicópata. De repente mi perro puso la cara de cuando escucha el ascensor, y yo ya loca, con el pulso acelerado. Hostia, y va ya aparece el pesado. Intenté grabar vídeo, pero se veía fatal. Los dos tíos se saludaron a todo volumen, con la puerta del piso abierta porque el otro tío se iba ya, por lo visto. Yo no entendía nada, ¿en serio se puede ser tan descarado? Hablaban con todo el bueno rollo, así que se me ocurrió que igual era algo consentido, yo qué sé, para gustos… 

Pero es que de repente le dice el toro bravo “bueno, pues ya lo tienes formateado, ahora funcionará mucho más rápido”.

Me quedé muerta. Y lo mejor es que desde entonces casi no han fallado ningún partido. Cada vez que ha jugado el Barça en casa (ahora estoy enteradísima, claro), se ha ido el pesado de casa y ha aparecido el otro. La mayor parte de las veces no se encuentran. 

Seguiré informando.

 

Anónimo

 

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