Seguramente a todas os sonará la frase «el tamaño no importa», ¿verdad? Más que nada porque creo que a estas alturas de la vida todas sabemos que limitar el placer sexual al tamaño y el uso del pene de nuestra pareja es limitarse a una misma. Hace unos años yo también conocía esta frase, pero no había tenido la ocasión de comprobar hasta qué punto puede ser cierta.

Hacía poco tiempo que había cortado con mi pareja, con quien compartía la mayor parte de mis amistades, así que me encontraba en plena etapa de expansión de mi círculo social. Por suerte, una amiga que era del mismo grupo pero que conocía a muchísima gente de fuera del mismo decidió adoptarme, con lo cual no sólo seguí saliendo, sino que cuando llegaron las esperadas fiestas de mi ciudad tenía planazo asegurado.

Según mi amiga y mentora fiestera, lo único que me faltaba para dar carpetazo a la ruptura con mi ex era liarme con alguien, un clavo que sacase a ese clavo, pero la verdad es que a mí no me apetecía mucho tratar de ligar con nadie, y menos aún conociéndome y sabiendo lo fácilmente que me enamoro.

Sin embargo, la vida, el destino o simplemente la casualidad quiso ponerme delante de las narices la solución a ese problema en forma de TREMENDO HOMBRE que casualmente había venido a pasar las fiestas con su primo que CASUALMENTE era amigo de mi amiga. Y es que qué puedo decir, señoras: un tipo alto y fuerte con unos preciosos ojazos color miel, con el clásico rollito macarra pero tierno y para colmo con una voz capaz de derretir hasta el acero. Vaya, que antes de que mi amiga viniera a señalar lo perfecto que resultaba para ello, yo ya había decidido que ese iba a ser el clavo que me sacase al otro clavo.

La química cuando nos presentaron fue instantánea: congeniamos genial desde el primer momento, estuvimos bailando juntos, jugamos a los dardos en una de las casetas (aunque ninguno de los dos ganó nada)…y cuando nos quisimos dar cuenta, el resto del grupo se había ido yendo y nos había dejado solos hablando en un banco. Yo le hablé de mi ex y de nuestra ruptura sin sentir en ningún momento que le estuviera incomodando y él fue súper atento y amable conmigo, todo un caballero, vaya. Y no recuerdo en qué momento nos besamos, pero sí sé que acabamos en un descampado en el asiento trasero de mi coche. 

¿El problema? Que me monté a horcajadas sobre él y la cosa iba subiendo de temperatura más y más…pero yo no sentía «nada» ahí abajo. Y no lo digo por mí, que tenía los bajos como el Tutuki Splash, sino por él: no notaba su erección por ninguna parte.

Empecé a comerme la cabeza un poco y a pensar que igual no le estaba gustando, o que yo no le atraía lo suficiente. Sin embargo, su manera de besarme, tocarme, morderme, me decía todo lo contrario, así que traté de ignorar los pensamientos intrusivos y me dejé llevar por la pasión.

Al poco rato se deshizo de mi blusa y de mi falda, y yo hice lo propio con su camiseta, y como buenamente pude, con sus pantalones. Ahí fue cuando me di cuenta de por qué antes no había notado su erección: tenía un pene muy pequeño, el más pequeño que había visto nunca con diferencia. Y creo que él se dio cuenta de mi sorpresa, porque por un momento pareció incómodo e hizo ademán de parar.

Sin embargo yo había ido a jugar y ese chico me gustaba muchísimo, así que hice lo primero que se me ocurrió, que fue cogerle la polla y metérmela en la boca. La sorpresa por parte de ambos dio paso a la lujuria, y poco rato después me estaba empotrando y regalándome uno de los mejores orgasmos que he tenido en mi vida.

Durante los días siguientes estuvimos quedando, ya fuese en mi casa si estaba sola, en casa de su primo o en mi coche si no disponíamos de ninguna de esas dos opciones, y me demostró no sólo la maestría que había adquirido con su pene y la cantidad de posturas que conocía para sacarle el máximo partido, sino también la destreza que tenía con las manos y con la boca.

Nunca antes había tenido un sexo tan satisfactorio con nadie, ni siquiera con mis parejas anteriores, y es que, como os decía antes, este chico sabía escuchar tanto para hablar de desamores y de relaciones rotas como para follar. Porque al fin y al cabo, ¿de qué sirve tener un pene grande si no la escuchan a una?

Pasaron los días, terminó la semana y él tenía que volver a su ciudad. Por supuesto, quedamos para despedirnos, y ya que la ocasión lo merecía decidimos alquilar una habitación de hotel en la que pasar nuestra última noche juntos.

Fue una noche preciosa, y no sólo por lo pasional, sino porque estuvimos hablando de lo genial que lo habíamos pasado, de que si él volvía a mi ciudad o yo pasaba por la suya estaría bien quedar y, por qué no, repetir y sobretodo, porque ambos teníamos claro que no había amor entre nosotros y que no iba a haber drama alguno.

Al día siguiente le acerqué a la estación y nos despedimos como buenos amigos, con la promesa de mantener un contacto que a día de hoy seguimos manteniendo. Y lo mejor de todo esto no es sólo que realmente me ayudase a pasar página respecto a mi ex, sino que nuestra breve follamistad me ayudó a deshacerme de los prejuicios que tenía, incluso sin darme cuenta, acerca de las relaciones sexuales y de la importancia del tamaño, además de enseñarme a valorar la comunicación y la escucha.

Por eso, queridas, os recomiendo que no os echéis atrás si os encontráis un micropene por sorpresa: hay infinidad de cosas mucho más importantes que el tamaño.

 

Con1Eme