A veces parecía que Eleanor trataba de esconder todo lo que había de bonito en ella. Como si ella quisiera parecer fea.

Eleanor & Park
Al leer esta frase, me sentí muy identificada. Me di cuenta de que durante muchos años hice justo eso: negar mi belleza, esa que todas tenemos. De hecho, es que no la veía. Por eso nunca creía a las personas que me decían guapa o bonita porque sabía que era así por dentro pero no por fuera.
Por esa misma razón no me miraba nunca en el espejo. Vamos, lo justo para peinarme, lavarme los dientes, quitarme un grano, fijarme en el color de un hematoma… Un puro trámite y solo por partes porque mirarme era un suplicio: todo estaba mal.
Mi cuerpo era un recipiente defectuoso, un problema que no tenía arreglo. Eso me creí con cada «si no estuviera tan gorda», «si adelgazaras», «tienes que disimular el culo con algo largo», «no uses faldas cortas porque tienes mucho muslo»…
Muchos años más tarde –aunque nunca es tarde si se va a mejor– dije basta e inicié un proceso de reconciliación con mi cuerpo.

¿Cómo hacerlo?

Lo primero, mira tu cuerpo, obsérvalo, mírate hasta apreciarlo porque tu cuerpo también es parte de ti, de lo que eres. Mírate a los ojos, mira tu rostro. Empieza poco a poco, solo unos segundos ante el espejo y cada día dedica un poquito más de rato.
Haz lo mismo con tu cuerpo. Primero observa las partes que te gusten o aquellas no te supongan un problema: las manos, los brazos, los pies, los labios, la nariz… Cada una sabe eso. Y sube la apuesta cada vez hasta acabar desnuda ante un espejo de cuerpo entero.
De primeras resulta difícil pero a mí me ayudó concentrarme al inicio en la función más práctica: el cuerpo permite la vida y el contacto físico, te lleva de un sitio a otro, te hace sentir placer. Solo eso ya es razón más que suficiente para que lo cuides: escucha lo que dice (si te molesta algo, si has comido suficiente, si tienes hambre o sueño, si prefiere dulce o salado) y atiende sus necesidades. También acarícialo y mímalo.
Deja de cubrirlo para esconderlo y vístete para verte bien, para gustarte tú. Cada mañana escoge qué ponerte según el día, según lo que te apetezca. ¡Ya no vale meter la mano en el armario y coger lo primero que salga sin mirar! El día que digas ¡Hoy no estoy nada mal!, hazte fotos si te animas.
Ante el espejo, dedica unos minutos a mirarte, a saludarte, a sonreírte, a darte los buenos días como harías con una persona a la que aprecias… Recuerda que tú eres la primera persona que debe quererte.

Yes, we can!

Ahora me visto, me arreglo y me veo guapa, me siento bien con mi cuerpo. No es perfecto pero, como buena loversize, ahora soy feliz con lo que tengo mientras trabajo por lo que quiero. Esta página es el mejor incentivo: mujeres que son felices y se sienten bien con ellas mismas, guapas cada una a su manera y en su estilo, como tú y como yo.
Yo no quiero volver atrás. Nunca más ignoraré mi cuerpo y espero que tú tampoco lo hagas.