Mudarte de ciudad no es solo cambiar de sitio.

Es dejar lejos tu casa, tu familia, tus amistades y, en ocasiones, también a tu pareja.

Es tener la sensación de que nunca volverás a entrar por una puerta y sentirte “en casa”, ni a sentir la sensación de hogar que te abraza cuando entras después de un día de mierda. Es sentir que tu nueva casa nunca tendrá el olor característico de la otra que reconocerías en cualquier sitio, y que necesitas encontrar un nuevo lugar seguro donde poder esconderte cuando el mundo se te quede demasiado grande.  

 

Mudarte de ciudad suele ser sinónimo de tener un trabajo (o de buscarlo). Y qué bien suena eso, y más en una época como esta.

Pero mudarte de ciudad no es solo algo laboral.

Son noches sin casi dormir en una habitación de un piso compartido que no sientes como tuyo, tachar días para volver a casa, fines de semana sin planes y ver como los planes siguen aun sin ti para tu gente, son cientos y cientos de viajes en tren o en coche, cientos y cientos de despedidas y reencuentros, estar enferma y que nadie pueda cuidar de ti ni acompañarte al médico.

Mudarte de ciudad no solo es conocer sitios y gente nueva.

Es echar de menos a tus amigas cada vez que te pasa algo y no puedes mandarlas un whatsapp de “en cinco minutos abajo”, es echar de menos a tu familia en tu cumpleaños, a tu pareja cada vez que llegas a casa y no puedes contarle en persona cómo ha ido tu día (sobre todo si necesitas un abrazo), es echar de menos incluso el cocido de tu abuela de los domingos cuando se te acaban los tupper (¡si es que tienes suerte de tenerlos!). 

Mudarte de ciudad es empezar de cero. Un capítulo nuevo de tu vida. Un cambio dramático (o no) de escenario. 

Y sí, te perderás. Tendrás que ir caminando con el google maps encendido y, aun así, volver hacia atrás o cambiar de calle.

Te sentirás sola, muy muy sola, sabiendo que no hay nadie esperándote en casa.

Y te sentirás mal, cuando sin plan, veas las historias que están subiendo tus amigos un día cualquiera, imaginándote allí. 

Llorarás y no tendrás a nadie que te abrace en ese momento.

La distancia removerá los cimientos de tu pareja, si es que la tienes, y será más difícil solucionar una discusión a través de un teléfono. 

Es posible que en algún momento llegues incluso a odiar el cambio y la ciudad donde has decidido o necesitado mudarte.

Pero te cuento un secreto.

Mudarte de ciudad no es solo todo lo que yo te he contado en las líneas de arriba. 

Mudarte de ciudad son reencuentros insuperables, ver tu ciudad natal como nunca antes la habías visto, disfrutar cada momento que puedas con tu gente, encontrar nuevos sitios que te gustan, descubrir que la sopa de sobre cuando estás mala y sola tampoco está tan mal, conocer gente que te desmonte la teoría de que los amigos de verdad solo se conocen hasta una determinada edad, sorprenderte de pronto en una de las casas que alquiles sintiendo algo parecido (y a la vez diferente) a la sensación de hogar que recordabas y tantas, tantas cosas más como tú te permitas vivir.

Laura Martín