Navidad: llega mi época favorita y la más triste. 

 

En agosto ya soy la pesada de turno que pone “All I Want For Christmas Is You” para romper el parámetro de la canción y que empiece el bombo mucho antes, imaginadme en octubre/noviembre cuando ya está todo a punto de comenzar.

Soy una friki de muchísimas cosas pero una de ellas es la Navidad. Las lucecitas, el frío, el ambiente, los locales llenos de regalos, los puestos de castañas… parece que las ciudades se visten un poco más cálidas para incitar al consumismo y a que demuestres tu cariño a los seres queridos de la forma que más te guste. No os engaño, me encanta esa sensación que me transmite la Navidad. Es la época de amigos invisibles, cenas con amigos, meriendas de chocolate con churros, juegos de mesa en casa y empezar esos turrones que te van a durar más de medio año en casa. Bendita Navidad. 

Sin embargo, al igual que es mi momento favorito del año también es el más triste y cuando más sola me siento. Desde hace años los momentos más trágicos de mi vida han pasado en diciembre y enero. Rupturas, broncas familiares, muertes… no dejan de ser cosas que pasan en muchísimas familias. Pero es especialmente triste y dura esta época del año porque lo paso sola.

Hace años decía que era como más me gustaría pasar a mi las navidades; tranquila y sola con mi gata para quitarme de rollos y discusiones con la familia. La realidad se volvió muy diferente hace años. Cuando dejas de pasar las Navidades con tu familia porque básicamente no están, empiezas a organizar estas fechas especiales con parejas o amigos que pueden estar más o menos en tu misma situación e intentas hacerlo de una manera diferente y bonita. Hasta hace unos años así han sido mis navidades pero estos dos últimos años se ha convertido en un suplicio y un motivo por el que me apetece menos todo lo que conllevan estas fiestas.

Mis amigos y personas más cercanas en la ciudad donde vivo tienen su familia con la que pasar los días más importantes y evidentemente no quiero irrumpir en cenas o comidas familiares ajenas por lo que decidí organizarme la comida y cena de esos días y pasarlo sola viendo pelis y bebiendo cerveza yo sola. El primer año bien, el segundo que fueron las navidades pasadas fue la gota que colmó el vaso. Con una estabilidad mental más fina que un hilo y como único plan trabajar y beber sola en casa se me hicieron las navidades más duras que he vivido hasta el momento. No me faltaron personas que me invitaron a sus casas para que no estuviera sola pero supongo que muchos de vosotros entenderéis mi postura.

No escribo esto como un lamento ni para compadecerme de mi misma, al contrario. Hay personas que lo están pasando realmente mal en estas fechas, personas que aunque posiblemente estén con su familia no puedan regalarle nada a sus hijos o comer o cenar como el resto de familias. Nos dejamos llevar por las imágenes que vemos en el telediario o en las redes sociales de personas que disfrutan de unas fiestas en familia rodeados de comida increíble y muchísimos regalos.

Y al igual que dije al principio que me encanta la parte consumista de la Navidad también me encanta la parte sentimental, quizás la más olvidada e infravalorada de estas fechas.

 

Sandra Regidor