Nos conocimos por casualidad. Tu eras el hermano de aquella amiga y yo la amiga de tu hermana. Era una noche de verano como la de hoy pero hace dos años. 

 En cuanto te vi supe que me gustabas. Tenías los ojos azules más intensos que había visto en mi vida y el misterio del chico mayor que supe que nunca iba a resolver. Cuando cruzamos las miradas ya sabía que no tenía nada que hacer pero que debía intentarlo. ¡Qué equivocadas estamos a veces!  Me acerqué a ti con dos cervezas y tarareando la canción que estaba sonando, ¿te acuerdas lo mal que cantaba y la gracia que te hizo? 

Reímos cantando y es que, creedme,  no hay mejor forma de dejarse llevar.  Te enseñé el tatuaje que no me había hecho en un trozo de piel que ahora tengo marcada con otro muy diferente. Tu me dijiste que no te gustaban y ahora se que tienes dos. Cómo nos cambian los momentos. ¿En qué más cosas te habrá cambiado la vida?

Bailamos hasta las canciones sin ritmo y brindamos por todo lo que pudimos y aún más. Esa misma noche me susurraste : vamos a darnos prisa que la noche va a acabar” y nos besamos cómo si ninguno de los dos pudiera dar marcha atrás. Ahora entiendo que hay momentos eternos que, independientemente dónde y con quién estemos, siempre recordaremos. 

Nos juntamos cuando ninguno de los dos quería atarse. Sin preguntas, sin conversaciones incómodas, sabiéndonos nosotros pero no queriendo formar una única palabra. Fue tan sencillo aprenderme cada centímetro de ti… Todavía recuerdo la forma que tenías de apartarme el pelo de la cara y a qué sabían los besos en la frente. Te conté hasta el último de mis secretos, porque, como tú decías: “tus ojos nunca me mienten” y mira que lo intenté. Sobre todo cuando te dije que no quería enamorarme de ti y cómo yo no podía mirarme a los ojos, llegué a creérmelo. 

Tu coche fue testigo de todos los secretos que pudimos contarnos en cada noche de aquel verano. Todo se convirtió en un juego precioso de improvisación. Unos días por ti, otros días por mi. Y es que, convertimos la rutina más aburrida en un juego de obstáculos. Ya habíamos estado con otras personas y vivido las suficientes historias como para saber que no queríamos cometer los mismos errores. Así que nos dedicamos a sentir, vibrar, disfrutar, besarnos a escondidas, hacer el amor y dejar que el amor nos hiciera en cualquier parte.

Fuimos capaces de ver nuestra historia cómo si fuera un preámbulo y un epílogo junto, sin posibilidad de segundas partes y sin necesidad de que las hubiera. ¡Pero qué corto tan bonito y cómo lo disfruté! Soy lo que soy , en parte, por todo aquello que vivimos y estaré siempre agradecida por haberte encontrado. Contigo aprendí que hay personas que no están para siempre contigo pero siempre están a tu lado. Aunque los caminos se separen. Aunque las historias duren unas horas, días, semanas o unos pocos meses. 

Y es que el tiempo no importa cuando la persona te hace vivir. 

Te quise, no lo dudes nunca y te seguiré queriendo de la misma forma que ese medio año que siempre llevaré grabado. Aproveché cada segundo que la vida había querido regalarme contigo. Absorbí cada palabra como si fuera la última hasta que el desenlace llegó. Aunque contigo aprendí que no todos los finales buenos tienen que ser iguales. Tú y yo no necesitamos despedidas porque ya sabíamos que nos íbamos a echar de menos todo lo que nunca supimos decirnos de más.  Porque lo nuestro no fue una historia de amor pero siempre serás una de las historias más bonitas que pueda contar. 

@Vega.ese