Veréis os pongo en situación, no me gustan los piropos (de gente desconocida). Me da igual quien me los diga o del género que sean. Y cada vez me gustan menos, es un hecho.
No solo la mayoría de las veces suelen ser de mal gusto, sino que además suelen proceder de señores de muy elevada edad y cuando tratas de explicar que no son de tu agrado casualmente, los que hace unos segundos alababan partes de ti meramente físicas, ahora te pueden decir cualquier tipo de cosa menos bonita.
Me considero una chica normal y corriente, con un cuerpo y una cara que seguramente no podrían aspirar a las pasarelas por las que caminan las supermodelos, eso da igual porque estoy segura de seas como seas, es algo que hemos sufrido todas.
Ejemplos vividos en primera persona:
Caso nº1: Salgo de una terraza tras estar con mis amigos, serán las 19:00, me dispongo a cruzar por medio de la carretera (mal hecho lo sé, mamá no te cabrees) cuando un coche lleno de chicos de mi edad pasa por mi lado y sacando las cabezas por la ventanilla (como perrillos queriendo morder el aire) empiezan a gritarme lo que me quieren hacer. Al contestarles que se vayan a la mierda, tal cual, con el mismo recato que han usado ellos, su reacción no se hace esperar y empiezan a decirme que se cagan en mis muertos y otra serie de barbaridades que no me voy ni a molestar en escribir.
Caso nº2: En este caso me encuentro con una amiga en Florencia (porque la mala educación no conoce de fronteras), es la 1 de la madrugada, vamos de camino al hotel tranquilamente, sin armar jaleos, hablando de nuestras cosas. Más adelante vemos a dos hombres de unos cuarenta y pico años, a excepción de ellos no hay nadie más por la calle. Veo la secuencia y en seguida se lo que va a pasar. Al oírnos hablar empiezan a frenar el paso, cada vez más lentos, hasta que inevitablemente nos ponemos a su lado, entonces nos miran con descaro. Nosotras seguimos andando como si no les viéramos pero en cuanto les sobrepasamos lo más mínimo empiezan a decirnos lo guapas que somos, con un tono demasiado empalagoso (no son españoles, pero esas pocas palabras se las saben de memoria, su nacionalidad me da igual, la incomodidad que ocasionan en mí… no). Cuando me giro y les pregunto educadamente que si se pueden callar ya que no me hacen sentir cómoda (os prometo que fue de una manera mucho más controlada de lo que mi instinto animal me pedía que hiciera) me responden con risotadas brabuconas y palabras del tipo sosa y estúpida.
Caso nº3: esta misma mañana, en mi propia calle. Hace tal calor que es imposible ni pensar. Delante de mí dos hombres, deben de tener la misma edad que mi padre y mi abuelo respectivamente. Voy caminando sola, con rapidez para huir de ese calor. No hablo con ellos, no les miro, no interaccionamos de manera alguna pero de nuevo cuando me pongo a su altura empieza a decirme el que podría ser mi padre (pero que obviamente no lo es ya que mi padre sabe respetarnos por la calle) que guapa soy, que piernas más bonitas tengo etc. etc. ¿Mi reacción? Le hago una peineta, ni me molesto en contestar. ¿Su respuesta? Que soy una maleducada, que ya me vale no saber aceptar unas palabras bonitas (que ni le había pedido) y así. Lo mejor de todo viene cuando el que podría ser mi padre le dice al que podría ser mi abuelo, de una forma totalmente indignada y dolida – ¿Ves? Por esto no me gusta decirles nada, encima mira cómo se ponen.
Estos son solo algunos de los muchos ejemplos que mi memoria os puede proporcionar, los hay mucho más desagradables y mucho más suaves y estoy segura de que cualquiera de vosotras o vosotros (porque esto también lo tenéis que soportar vosotros) podría dar una cantidad innumerable de casos como estos.
Como podéis observar da igual donde te lo digan, quien te lo diga, su edad, o la forma en la que intentes hacerles entender que no quieres ese tipo de trato, que la gran mayoría de las veces encontrarán la forma de hacerte responsable de ello.
Da igual que sea un simple “guapa”, si yo no te he preguntado ¿qué te hace pensar que quiero saber la opinión que tienes sobre mí o mi físico? Si por lo que sea una mañana me despierto de mal humor y no me veo todo lo guapa que debería verme ¿Por qué crees que tu opinión sobre las generosas caderas que la genética me ha dado me va levantar el ánimo? ¿Qué te hace pensar que los besos que lanzas cerca de mi cara son deseados o quéelos ruidos procedentes de tu garganta me van a resultar halagadores?
Pero no pierdo la esperanza, ni tan si quiera se me ocurre generalizar, pues se perfectamente que no todos son iguales. Ni mis abuelos son así, ni mi padre es así, ni la gran mayoría de mis amigos son así (y el que lo es ya sabe la charla que le espera) es más no creo que ni la mayoría de los hombres sean así, pero por desgracia los que más se hacen notar precisamente, son los que si son así.
Conclusión final: ni yo necesito de tus palabras para saber el elevado valor que tengo como persona (y no solo como objeto de deseo), ni tú necesitas ir dando tu opinión sobre nosotras para sentirte más hombre.