No me toqué hasta bien pasados los 30 y ahora no puedo parar

 

Así es, amigas, no me toqué hasta bien pasados los 30 y… ahora no puedo parar.

Me explico: no es que me masturbe compulsivamente ni que me toque en cualquier momento y lugar.

El tema es que hasta hace un par de años yo no me había tocado por ahí abajo más que para lavarme. Ni me masturbaba ni tan siquiera conocía mi zona íntima como es debido.

En cambio, ahora, y desde que aprendí a darme placer yo solita, lo hago muy a menudo.

Varias veces por semana…

A diario cuando estoy estresada o tengo problemas para dormir…

Ya veis que no lo hago solo cuando estoy excitada. Lo hago para relajarme, para conciliar el sueño o incluso por puro aburrimiento, si os digo la verdad.

No me toqué hasta bien pasados los 30 y ahora no puedo parar
Imagen de Sora Shimazaki en Pexels

Antes de empezar a autosatisfacerme conocía el orgasmo. Los disfrutaba cuando tenía la suerte de estar con un chico que se preocupara de mi placer.

Y eso pasaba a menudo, afortunadamente.

De modo que no sé si porque me encontraba satisfecha; si porque en mi casa lo de hablar de sexo, como que no; si porque simplemente pasaba o por una mezcla de todo lo anterior, a mí nunca me había dado por ahí.

Hasta que empecé una relación con un chico al que no había nada que le pusiera más que ver a su pareja tocándose.

Le llevó su tiempo, pero al final lo consiguió. Y tanto que lo consiguió.

Aunque no estuvimos más que unos meses juntos, debo reconocer que el chaval marcó un antes y un después en mi vida.

 

No me toqué hasta bien pasados los 30 y ahora no puedo parar

 

A estas alturas de mi confesión quizá algunas os preguntéis dónde está el problema y lo cierto es que, así de primeras, no debería haber ninguno.

Pero lo hay.

Mi problema es que me siento mal porque me he pasado media existencia pensando que los tíos que se masturban son unos guarros.

Vale que en la adolescencia se pasen el día dándole al manubrio, hasta ahí, más o menos aceptado.

Pero siempre he tenido prejuicios hacia los tíos que se la cascan. Creía que eran unos salidos. Me parecía una falta de respeto hacia sus parejas que lo hicieran cuando estaban con alguien.

No entendía por qué no se pueden controlar, por qué tienen esa necesidad.

No me toqué hasta bien pasados los 30 y ahora no puedo parar
Imagen de Deon Black en Pexels

Menudo shock la noche que me descubrí con la mano en la entrepierna y la espalda arqueada. Había estado viendo la tele hasta tarde porque no me entraba el sueño, la peli se había puesto interesante y… el resto ya os lo imagináis.

Lo había hecho antes, sin embargo, siempre como parte del juego con aquel chico. Siempre en compañía. Jamás por iniciativa propia.

Y, de repente, era yo la que se hacía pajas. ¿En serio? Sí.

Básicamente porque aquel no fue un alivio aislado.

Pronto se convirtió en algo habitual.

Por eso me siento mal. Por un lado, porque una parte de mí todavía siente rechazo por el onanismo. Y por otro, porque me siento la hipócrita más grande de todos los tiempos.

Así que ese es mi problema, que hasta hace nada no me gustaba la gente que se masturba y ahora soy yo la que lo hace con regularidad y porque sí.

Porque yo lo valgo, porque me apetece o porque no tengo otra cosa que hacer.

Pero que no cunda el pánico, estoy trabajando muy duro en derribar mis prejuicios y abrir la mente.

Dejar de masturbarme no entra en mis planes.

 

Anónimo

 

Envíanos tus movidas a [email protected]

 

Imagen destacada de Sora Shimazaki en Pexels