La importancia de la depilación en la vida de las mujeres y el trato que recibimos según nos depilemos o no por parte de la sociedad es uno de esos debates que el feminismo ha puesto sobre la mesa. ¿Somos libres para depilarnos? ¿Nuestro cuerpo es realmente nuestro? ¿Qué pasa si decidimos ir contracorriente y dejar de depilarnos? ¿Cómo gestionamos la opinión ajena? ¿Existen presiones externas para volver al hábito de la depilación?

Servidora es de las que se depila por zonas. Si me duele en exceso, paso de sufrir. Pero claro, eso me lleva a tener enfrentamientos directos con quienes consideran que no depilarme zonas visibles es una guarrada y me hace perder oportunidades en la vida. Por otro lado, hay partes del cuerpo que siempre me depilo, por ejemplo, las piernas. No me duele y es una de esas partes del cuerpo que sí, me dan vergüenza cuando las veo con pelos.

Como la vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida, recientemente me vi obligada a no depilarme las piernas. La salud empezó a fallarme y mi buena apariencia física pasó a un segundo plano. ¿Tener claras las prioridades me hizo cambiar mi perspectiva sobre la depilación y llevarlo de una mejor manera? Pues ahora te lo cuento.

Empezando por el principio, te pones enferma. Necesitas atención hospitalaria con cierta urgencia, así que ir o no depilada al hospital no entra en tu lista de preocupaciones. Quieres que te quiten el dolor, la fiebre… Así que te pones lo primero que pillas en el armario y te vas al hospital.

Para tu sorpresa, en lugar de volver a tu casa, te dicen que te quedas ingresada. Los pocos pelos que te quedan van a crecer. Pero sigue sin ser un problema porque te sigues encontrando de pena y lo primero va primero.

Los días van pasando, el ingreso hospitalario se prolonga más de lo necesario. Tú te vas encontrando mejor y ahí SÍ empiezas a tomar conciencia de que tu transformación a Chewbacca ha empezado (¿llamarme así es una forma de autocastigo por no depilarme, quizás?). Pero como no lo puedes solucionar, te autoconvences de que estás rodeada de profesionales y su papel es curarte, no juzgarte.

¡Alerta roja! ¡Alerta roja! Familiares “metomentodo” entrando en escena. Tú no mencionas el tema. El personal de enfermería no menciona el tema. El equipo médico tampoco menciona el tema. Pero ahí está la madre, la hermana, la tía… que SÍ lo menciona. Y te menciona no solamente que no llevas las piernas sin depilar. Ya que estamos, vamos a explicar que hay zonas que no te depilas nunca y a abrir debate al respecto. Que como tienes poca faena intentando recuperarte, pues ahora te toca defenderte a capa y espada de lo que puedan pensar…

Ah, pero… ¿Me importa lo que piensan? ¿No se supone que me depilo por mí misma? ¿Ahora resulta que no soy dueña y señora de mi cuerpo serrano? Ahí te ves, tan adulta, tan independiente, tan feminista, debatiendo lo que haces y por qué, gracias a que alguien ha abierto la caja de pandora y todos tus fantasmas revolotean por tu mente, riéndose de esa seguridad que sentías al decirte que, en esas circunstancias, nadie te iba a juzgar.

Te mandan a tu casa, pero ay, amiga… Que no vuelves tú tan fresca y lozana. Que vas a seguir con tratamiento en tu casa y te van a poner un catéter/ máquina/ venda/ escayola/ invento que se te ocurra que te va a dejar con la movilidad reducida y… ¡sin poder depilarte!

Sigue pasando el tiempo y recibes visitas en casa. Sin depilar. Te toca ir con frecuencia al hospital para hacerte revisiones. Insisto, sin depilar. Tus pelos crecen, siguen creciendo… Tú vas viendo que la negrura se va expandiendo y el sol no tiene nada que ver… Te amargas, te avergüenzas, te los quitarías a mordiscos si pudieras. Pero te toca aguantarte porque literalmente no puedes hacer nada.

Por cierto, se me olvidaba… Aparte de que andas entre mal y peor de movilidad, resulta que la vida se ríe todavía más de ti y es verano.  Entre tu estado y el calor te acabas vistiendo con los vestidos más frescos que tienes en el armario. Y sales a la calle así. Con toda la dignidad posible, con esa acompañante que suelta su opinión sin que se la pidan, con todas esas personas al lado pudiendo verte los pelajos y crearse un juicio sobre ti. Porque estás jodida, porque lo primero es tu salud, porque no es tu decisión y a quien no le guste, que no mire. Pero en el fondo también estás jodida porque tus miedos y tu vergüenza están ahí.

Poco a poco, recuperas tu vida y ahora sí, te depilas. Pero lo haces pensando en lo que acabas de vivir. ¿Probarías a no depilarte por propia voluntad? ¿Volverías a pasar por tantas dudas, por esas emociones tan desagradables? ¿Sabrías defender mejor tu postura en caso de ataque? ¿Ignorarías a quien debería ignorarte pero se dedica a juzgarte?

Miras esas cuentas de chicas que deciden no depilarte y las empiezas a ver de otro modo. Dejar de depilarse no es ninguna chorrada. Es más difícil de lo que la gente se piensa. Es más importante de lo que muchos lo consideran. Y es una decisión mucho más valiente de lo que nos podamos imaginar.

@mia__sekhmet