Esa semana era el cumpleaños de mi amiga y ella decidió celebrarlo con un día de campo, de tranquis, entre colegas.

A mí me pareció de lujo, así que nada, quedamos un día, y finalmente ella y su novio nos recogieron a mí y a un nuevo ligue que tenía en aquel momento desde hacía poquito. Al cumpleaños se unieron también la hermana de mi amiga y otra pareja, amigos del novio y de ella desde hacía mucho tiempo.

Nos fuimos a una zona muy común de acampada y barbacoa que había cerca de la ciudad. Cuando llegamos, aquello estaba llenísimo de gente. Tan lleno, que tuvimos que ponernos de acuerdo con una familia que llegó casi a nuestro par para compartir la última barbacoa que quedaba por turnos.

La cosa es que pasamos una mañana muy guay, hablando y riendo, y la familia que había al lado nos preguntó si podían usarla ellos primero, y les dijimos que sí, sin problema. Sin embargo, aquella gente tardaba bastante en terminar… y nosotros empezamos a estar hambrientos. Entonces, la pareja de amigos de la cumpleañera nos comentó que habían traído un bizcocho de limón como tarta, y que lo mismo podríamos hacerlo a la inversa, y comernos la tarta primero. 

Al principio nos pareció una tontería porque podíamos esperar un poquito más, pero la familia se demoraba mucho y cada vez teníamos más hambre, así que al final accedimos.

Le cantamos el cumpleaños feliz y le hincamos el diente al bizcocho. Me extrañó mucho porque la chica que partió el bizcocho lo hizo en unos trozos muy pequeños, pero bueno. Yo estaba muerta de hambre y además el bizcocho estaba buenísimo, así que me cogí no sé cuántos trozos más. Me comentaron que no debía comer tanto, que si no después no iba a comer carne, pero me dio igual. Tenía un hambre voraz, y no entendía por qué la gente tenía que meter sus narices en la cantidad que yo desease comer de lo que fuera.

Pasó un buen rato, y por fin nos dejaron la barbacoa libre, así que el novio de mi amiga y la otra pareja se dispusieron a asar la carne. Mientras, mi ligue se distanció un poco porque le habían dado ganas de hacer pis.

Un rato más tarde, mi ligue seguía sin aparecer por allí, y empezamos a preocuparnos. Cuando íbamos a salir a buscarlo, lo vimos venir de lejos, a un ritmo muy lento.

Se fue acercando poco a poco, sin dejar de mirar hacia sus pies. Tenía los brazos en posición de ir a darte un abrazo, y andaba como cuando un astronauta anda sobre la luna, sin parar de reír.

<JAJAJAJAJAJA EL SUELO ESTÁ ACOLCHADO TÍO, JAJAJAJAJA>

Mi amiga y yo nos miramos y nos empezamos a partir de risa todos.

Las risas eran más fuertes de lo normal, y más largas.

<JAJAJAJA ¿qué te ha pasado, que parece que estás droj…draj…dog…?> preguntó mi amiga, intentando decir “drogado”.

Yo me reí a carcajadas y, flipando porque no sabía pronunciar la palabra, intenté corregirla:

< ¿Tía? JAJAJAJ se dice dog…jrog…gado> mi cara hizo una mueca de interrogación. ¿Qué cojones?

Nos empezamos a reír todos a carcajada limpia. La risa duró lo que a mí me parecieron 10 minutos.

Entonces, la parejita de amigos de mi amiga se empezó a reír más fuerte, diciendo que ya nos había subido a todos. ¿El qué? Pregunté.

<Nada, que el bizcocho que hemos traído viene aliñao’, para darle alegría a la fiesta JAJAJAJA> respondieron.

Se hizo el silencio. Estallamos de nuevo en carcajadas.

Al poco, mi amiga se puso a bailar. A su hermana, no sé por qué, pero le apeteció acompañarla andando como un perrito sobre la tierra.

Yo me miré las manos, me parecía verlas como con una lupa de aumento, así que me quité las gafas, y volvieron a su tamaño normal.

Entonces miré hacia un árbol que había a pocos metros. Lo veía nítido, perfecto, y me pareció ver una hormiga subiendo por él.

< ¡No me lo puedo creer! ¡que se me ha curado la miopía! ¡que se me ha curadooooo!> me puse a gritar. Explosión de risas.

Y me puse a observar todo el campo con más detalle, flipándolo totalmente durante lo que se me pasó como una hora, pero debieron ser 10 minutos.

Mi amiga, que se puso en plan madre, me dijo que comiera algo, que ya estaba lista la comida, así que me fui a la barbacoa.

La distancia entre la mesa de campo y la barbacoa eran menos de 3 o 4 metros, pero a mí me pareció estar a kilómetro y medio. Veía como chispas a mi alrededor cuando me movía de un lado a otro, y tenía la sensación de viajar en el tiempo y en el espacio. Esto se lo debí contar a todos como 10 veces, porque me tuve que dar como 10 viajes de un sitio a otro y repetía siempre lo mismo.

Pasaron las horas como años. Aún era de día pleno, y ya me empecé a rayar, porque llevaba a tope no sé cuántas horas. Me dijeron que eran las 3 de la tarde. Sólo hacían dos horas del subidón, y yo sentía que había pasado un día entero.

Me empecé a agobiar, pero decidí tomármelo con calma y esperar. Pasaron las horas y las risas, los gestos y las actitudes tontas no paraban.

La gente cercana a nosotros nos miraba y murmuraba. Yo les quise explicar que se me había curado la miopía y que estaba flipando, y quise compartir el motivo, pero mi ligue me tapó la boca mientras se reía. Les dijo que no me había tomado la medicación hoy y que estaba rarilla.

<No no, si esa es la clave, que la medicación sí que me la he tomao’ JAJAJAJA medicá hasta las cejas beibi JAJAJAJ> mis amigos no se podían partir más de risa, y aunque la gente de al lado puso caras raras, alguno que otro soltó una risita.

Me lo estaba pasando de puta madre, para qué nos vamos a engañar.

Al finalizar la tarde, recogimos las cosas y nos fuimos a casa.

Todos seguíamos con el cebollazo en lo alto. En casa, estaban mis padres y mi hermana. Ella estaba en su cuarto y me metí directa con ella. Mi estado “raruno” seguía y no quería dejar que mis padres se diesen cuenta.

Se lo conté y le pedí respaldo, mientras le contaba todos los síntomas que estaba teniendo, mis paranoias, y mis comentarios fuera de contexto de persona alucinógena. Con el tiempo, pude estar algo más relajada y “normal”, así que ya pude disimular en casa, aunque lo cierto es que hasta que no me fui a dormir a eso de las 11 de la noche, no se me quitó del todo aquel sarao que llevaba encima.

Juana La Cuerda