NOS ENTERAMOS DE LA INFIDELIDAD DE MI PADRE 3 AÑOS Y UN HIJO DESPUÉS

La vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida. Y esto no siempre mola. Con 15 años vivía en mi casa con mis padres, como la mayoría de chavales adolescentes, supongo. Mi adolescencia tuvo sus cosas, pero fue fácil y feliz. Lo tenía todo, me iba bien en el insti, me rodeaba de buenos amigos, viajaba, hacía mil planes… Todo iba sencillamente bien. O eso creía.


Más o menos por aquel entonces, las cosas empezaron a torcerse un poco en casa. Mis padres discutían con más frecuencia, a mi madre se la veía más cansada de lo habitual, y mi padre pasaba mucho tiempo fuera de casa con la excusa del trabajo. Mis abuelas empezaban a hacerse mayores, y requerían más cuidados, lo que hacía que la tensión entre mis padres fuera en aumento. El peso parecía recaer más en mi madre, llegando a pasar alguna que otra semana tirada en cama sin querer levantarse.


Mi hermano y yo éramos unos críos, y aunque nos dábamos cuenta de que algo no iba bien, no teníamos ni idea de cómo gestionar la situación. Ni si quiera nos planteábamos que fuera nuestra labor tratar de gestionar nada.


Por suerte, las cosas se estabilizaron un poco. No me atrevería a decir que hubo una mejora, supongo que normalizamos la ausencia de mi padre y el agobio de mi madre. Ya os digo que no era algo grave, o al menos no lo parecía. Pero a veces la mierda que hay debajo de la alfombra es mayor de lo que podemos apreciar a simple vista.

 

A medida que me acercaba a los 18 años, mi padre empezaba a estar cada vez más ausente, pero a mi madre ya no parecía afectarle tanto. Sin embargo, a mí sí que empezaba a afectarme. Yo ya tenía una edad y una madurez, así que empecé a plantearme hablar las cosas seriamente con mis padres y que me explicaran qué estaba pasando. No hizo falta llegar a ese punto.

Una tarde en la que mi padre no estaba en casa, mi madre nos pidió a mi hermano y a mí que nos sentáramos a la mesa, que tenía que contarnos algo. No se anduvo con rodeos. Nos contó que mi padre le había sido infiel tres años atrás. Yo no daba crédito, aunque me lo hubiera planteado mil veces. Esas palabras se me clavaron como un puñal, pero lo peor vino después. Resulta que de esa infidelidad salió nada más y nada menos que un hijo. Tenía un hermanito fruto de un idilio prohibido de mi padre con otra mujer que unos minutos antes no sabía ni que existía.


Ya no sabía que era peor: que mi padre fuese tan capullo como para engañar a mi madre y tan tonto como para dejar a otra mujer embarazada, o que nos lo hubieran ocultado durante tres años, o saber que tenía un hermano de dos años y pico sin haber podido conocerlo ni saber de su existencia hasta el momento. Me habían quitado mi derecho a decidir si quería formar parte de la vida de ese niño. Y obviamente mi madre nos contó todo esto porque se iban a divorciar, que si hubieran continuado con la farsa, no sé cuanto tiempo más habría tardado en confesar. Así que ahí estaba yo, a unos pocos meses de irme a la universidad, creyendo que iba a tener una nueva vida. Y resulta que mi nueva vida ya había empezado e iba a ser muy distinta de lo que me imaginaba.

Aquello me hizo madurar de golpe. Tuve que aprender a lidiar con tener un padre infiel, ya que, al fin y al cabo, seguía siendo mi padre. Aun así él se distanció más de nosotros para cuidar de su nueva familia. En parte, agradezco no tener q verle con tanta frecuencia. Mi hermano y yo pasamos a cuidar más de mi madre, y aunque pude irme a la Universidad sin problema, fueron muchos los fines de semana que tuve que hacer yo de madre de mi propia madre. Y eso es bastante duro. En cuanto a mi hermanastro, no me ha quedado otro remedio que quererlo como a un hermano más. Al fin y al cabo es un niño que no tiene la culpa de nada, pero no voy a negar que me resulta duro verle y ver a mi padre con su nueva familia.


Y es que a veces tu vida da un giro inesperado, y no siempre a mejor. De un día para otro cambió todo mi panorama y tuve que crecer, sin que nadie me dijera cómo hacerlo. Supongo que eso es madurar, pero seguro hay formas más agradables de hacerlo. Es doloroso que además el golpe viene de la mano de tus padres. Mi padre intentó explicárnoslo y nos pidió perdón ya no sé cuántas veces. Yo no puedo evitar sentir rencor, porque al final creo que es el responsable de que mi familia se haya desestructurado. Pero así es la vida, y hay que seguir adelante con lo que tenemos, y yo ahora tengo un hermano nuevo, una madre destrozada y un padre al que no reconozco. Confío que con el tiempo, todo mejorará.

 

Anónimo

 

Envía tus movidas a [email protected]