En los años del colegio, todo el mundo tiene amiguísimos del alma con los que quieren pasar las 24 horas del día, y luego tienen archienemigos que odian a muerte. Bueno, no sé si todo el mundo, pero yo sí. Delia era de B y yo era de A, y estoy segura de que la jefatura de estudios siempre se ocupó de que no nos tocara a las dos en la misma clase. No sé cuándo comenzó nuestra rivalidad, pero no recuerdo un recreo en el que no tuviéramos movida. Si yo había ocupado un banco o un columpio, ella tenía que querer ese mismo y no paraba de molestarme, pegarme patadas, insultarme, y demás hasta que lo conseguía. Si la cosa era al revés, evidentemente que yo no me quedaba atrás. Si íbamos a jugar a algo y había que hacer equipos, todo el mundo sabía que no podíamos estar en el mismo, porque sabotearíamos a nuestro propio equipo con tal de joder a la otra, pero es que en equipos distintos la cosa no mejoraba demasiado porque íbamos la una a por la otra a muerte, haciendo faltas, fingiendo caídas, en fin, dando un espectáculo lamentable siempre.  

Esto pasaba en primaria, en un momento en el que bien podíamos ser amigas porque estábamos pasando por una situación familiar exactamente igual, e igual de traumática para ambas. Nuestros padres se estaban separando. No sé si ahora, por ser un proceso más habitual, se lleva con más naturalidad por parte de todo el mundo, pero a finales de los 90 aquello todavía era motivo de marujeo, de miraditas, y tal. Sin embargo, lejos de sentir empatía la una por la otra, eso nos hacía todavía más rabiosas la una con la otra, más envidiosas. Una vez oí que le habían regalado un viaje a Disneyland por el divorcio, y yo me volví loca de celos. Total que era algo que se había inventado ella o cualquier otro compañero de clase, de los muchos que disfrutaban con nuestro beef. 

Ya en secundaria, cuando el divorcio de mis padres ya estaba asentado y las cosas estaban más o menos estables, mi padre se sentó a hablar conmigo porque me quería contar algo. Yo ya me imaginaba que me iba a hablar de una nueva pareja, y no tenía mucho problema con ello, la verdad. Hasta que me dijo que su nueva novia era la madre de Delia. En ese punto ya éramos algo más maduras y no nos tirábamos de los pelos en el patio del recreo, pero vamos, la enemistad y el resquemor permanecían bastante intactos en mis adentros, y estaba seguro que a ella le pasaba igual. Nuestros padres ya estaban al tanto de todo esto porque habían sido informados por profes y tutores a lo largo de todo nuestro historial escolar, así que no podía creerme que, de todas las mujeres disponibles en el mundo, mi padres tuviera que elegir a la madre de esa bruja. Mi padre ya sabía qué esperar, por lo que no le vi demasiado sorprendido con mi reacción. Recuerdo que no monté el número, pero sí que lloré y le juré por todo lo más sagrado que había perdido a su hija para siempre. Como digo, mi padre mantuvo el tipo y me dijo que yo era lo primero para él y que no tendría que ver a nadie que yo no quisiera ver durante el tiempo que me tocaba estar con él. Y lo respetó durante los dos años, más o menos, en los que yo quise hacer como que no había pasado nada (porque lo de quitarle los papeles de padre no cuajó, ni cuando intenté convencer a mi madre). 

Un día llegué tarde a clase, ya estábamos en el instituto y ya tendríamos unos 15 o 16 años, y fui al baño. Me di cuenta de que había alguien fumando, y pregunté a ver quién era, porque yo también quería fumar. (¿Por qué no, un buen cigarro a puerta cerrada a las 8.30 de la mañana?). Se abrió una puerta y allí estaba Delia, ella sola, con su cigarro. No sé si fue el morbo de fumar a escondidas, o que así, cara a cara las dos ya no había escapatoria fácil, pero me metí en el baño con ella y nos fumamos el piti. 

Y el resto es historia. Nos hicimos amigas con la misma facilidad con la que habíamos sido enemigas, y más vale que lo hicimos, porque al año siguiente se casaron mi padre y su madre, y pasamos a ser hermanastras. 

Ahora no hay nadie que nos separe.

 

Relato escrito por una colaboradora basado en una historia real.