¿A qué mente privilegiada se le ocurrió la fantástica idea de celebrar una fiesta prenatal del bebé? Que sí, que todos sabemos que la llegada de un retoño es una tremenda alegría, todo es felicidad a raudales y confeti y serpentinas de colores. Pero no, queridos creadores de los Baby Showers, reunir a tus seres queridos antes de que llegue la criatura es tirar por lo fácil.

Porque es obvio que prepararte para la llegada de un hijo es caro y laborioso, aunque no complicado. Tu hermana te deja mil cajas de ropa de tus sobrinos, tus amigas te colman de regalos maravillosos, tu madre te ayuda a elegir los muebles perfectos para la habitación del bebé… En esta etapa, el que más o el que menos, aporta algo. Y si alguno no lo hace, pues ya se acerca el día de la fiesta para comerse un par de cupcakes rositas preciosos, pegarte un achuchón y desearte una “horita corta” en el parto (así, con la boca llena y todo).

Aquí me planto. Definitivamente opto por sustituir la famosa fiesta del bebé por la fiesta del posparto. Nada de jaranas con cigüeñas por doquier y mini bebés coronando tartas, lo que realmente debería celebrarse es la ayuda incondicional de los que saben que necesitas apoyo en uno de los momentos más sensibles de tu vida.

Cambio gimnasio musical de recién nacido, por una tarde con mis dos mejores amigas acompañándome y ayudándome en el cuidado de mi churumbel. Ofrezco surtido de sonajeros variados a cambio de una llamada de mi suegra en el interfono de casa para traerme un tupper de esas albóndigas deliciosas que solo ella sabe hacer. Aporto tacatá con luces y sonidos, por una horita de conversación con mi hermana sobre un tema que no sean pañales ni leche ni cacas ni biberones.

No me imagino yo a ese amigo lejano devora cupcakes descolgando el teléfono en plan “¡Ey! Que se me ha ocurrido pasar por tu casa y ayudarte con la plancha”. Para esas no, pero para tragar a lo Monstruo de las Galletas no hace falta casi ni invitarlo. Stop pero ya de celebraciones para gente que no valora lo que de verdad necesitamos.

Si es que, encima, su propio nombre es toda una incongruencia. La Fiesta del Bebé. ¿Y del bebé por qué? ¿Porque la gente trae regalitos variados para la criatura? Seamos sinceros… esos obsequios los haríais igualmente, con o sin piruletitas de colores. Y no hay mejor regalo para un recién nacido que unos padres relajados y apoyados por su entorno. ¿Para qué quiere un retoño una hamaca vibradora si tiene una madre que cada vez que lo coge tiembla como un flan por el miedo? ¡Pues para nada!

Hemos llegado a tal punto de celebrarlo todo que hasta la Fiesta del Bebé la hacemos sin que el susodicho haya llegado todavía. Vamos, que yo pasado mañana voy a montarle una party-hard de cumpleaños a mi bisabuela, que la pobre hace décadas que ya no está con nosotros, ¡pero qué más da! ¡Lo importante es festejar!

Porque a pesar de que cada madre es un mundo, que las hay que necesitan su espacio mientras otras precisan de un apoyo continuo, tampoco estamos pidiendo ser el foco de atención 24/7. Sencillamente que todo ese empeño que algunos ponen en buscar el regalo material perfecto, lo canalicen en pensar en qué puede necesitar una persona en pleno posparto. ¿Tan difícil es empatizar con eso?

Nos sobran motivos, señores creadores de las Baby Showers. ¡Ha llegado la era de las Posparto Showers!

Mi Instagram: @albadelimon