Soy periodista, de formación y profesión. Tengo horarios complicados, una carga de trabajo inhumana y unas condiciones precarias. Se dice que el periodismo es una carrera vocacional porque sin vocación no se aguantan según qué cosas. Nunca he tenido vacaciones o, al menos, no retribuidas; curro todos los fines de semana de mi existencia y me peleo por los festivos porque se cobra más. Es vocacional, sin duda.

Durante el verano, me surgió una oportunidad de trabajo totalmente ajena a mi zona de confort. Con familiares dedicados al mundo de las bodas, se me ofreció la posibilidad de ir como invitada a una boda en la que los novios solicitaban la presencia de una “canguro” para su perro. Por lo visto, es la nueva tendencia y se pega muy bien por ello. ¡Te cuento!

Los ‘canguros’ de mascotas

Cuando me llamaron por teléfono contándome la idea, pensé que era una broma. “Anda ya”, respondí al comentarme el precio del servicio. Todo era real y una auténtica preocupación y necesidad para la pareja.

El chico al que habían contactado, “experto en este servicio”, tenía la agenda llena y a ellos les urgía una cuidadora para su perro. ¿En qué consistía el trabajo? En atender al perro: acompañarlo desde por la mañana -antes de que los novios comiencen a arreglarse-, llevarlo a la iglesia, al convite, mantenerlo hidratado, aseado y alimentado, así como llevarlo de paseo y estar pendiente de que salga en las fotos. A cambio tú, además de cobrar, tienes los mismos derechos que un invitado: estás en el cóctel, comes el mismo menú y te toca regalito. ¡Un chollo!

Lo negativo de la experiencia

Aunque tengas los mismos derechos que un invitado, no lo eres; pero eso no es lo negativo, eso es normal. Lo negativo es cuando el resto de invitados te consideran un ser inferior a ellos. Eres la “compañera” del perro, el cero a su izquierda. Estábamos en plena ola de calor, en el pico más caluroso del día, y nadie se preocupó por mi hidratación. Más de cinco horas pasé sin beber gota de agua -previas a la iglesia-, porque la madre del novio se encargó de repetirme por activa y por pasiva que esas tres botella de litro y medio que llevaba todo el día cargando eran para el perro. De ser mías, las hubiese compartido con él sin ningún problema, soy de las que alimenta y recoge a animales en la calle; en cambio, eran del perro… y punto. Por supuesto, sobraron dos botellas y media al final del día.

Es un detalle, quizá sin importancia, pero que te hacía volver a creer en la diferenciación de clases. Como decían en Titanic: “Los perros de primera clase bajan a tercera a cagar”, pues lo mismo.

Las mascotas en las bodas como ‘moda’

Al margen de la experiencia, la presencia de mascotas en las bodas es una realidad. El 49 % de las bodas que organiza mi familia cuentan ya con la presencia de animales: perros, gatos, conejos, loros… El servicio de cuidadores está en auge, por si te lo quieres plantear. A mí, por un día, me pagaron 250 euros; con cuatro eventos te montas en los 1.000. Yo, por mi parte, volveré al periodismo por vocación.

 

Relato escrito por una colaboradora basado en la historia real.