Perder kilos te cambia la vida. Pero no por lo que estás pensando.

Cuando vuelves a ver a conocidos y amigos después de haber perdido cuarenta kilos te sientes una persona diferente. ¿Cómo lo has hecho? ¿Qué dieta has seguido? ¿Has hecho deporte? ¿Comes bien? En fin, en general, todo el mundo te ve mejor, incluida tú. 

Pero la verdad es que si has sido gorda, siempre vas a ser gorda. Haber recibido bullying y estar acostumbrada a sentirte observada y juzgada ya te marca de por vida, así que da igual los kilos que hayas perdido. Cuando se hable de gente gorda, te seguirás sintiendo identificada y eso es así.

Una amiga me dijo: “No entiendo cómo sigues siendo insegura. Con la de peso que has perdido y lo bien que estás ahora, deberías sentirte súper bien contigo misma”. Pero la inseguridad ya se creó en su momento y no se va así como así. Ya sabes lo que es verte mal y no quieres que vuelva a pasar, así que tienes miedo de poner un solo gramo. Además de la preocupación de lo que trae consigo la pérdida de peso: las estrías y las carnes flácidas. Por mucha crema y mucho ejercicio que hagas, sabes que nunca tendrás la piel como alguien que siempre ha estado en su peso. Porque es muy fácil reconocer a un ex gord@ y, si antes te obsesionabas con que no te vieran los michelines, ahora te agobias porque no se den cuenta de que tu carne se mueve más de la cuenta. Una nueva obsesión.

Pero hace poco me vi reflejada en una amiga. Siempre ha estado gordita, pero de repente en un verano se lo propuso y perdió unos treinta kilos. Siempre ha sido preciosa, pero cuando la vi después del cambio me quedé asombrada. Estuvimos hablando y, como sé lo que es eso, no insistí mucho ni le pregunté cómo lo había conseguido o cosas así. Cenamos y me di cuenta de que se fijaba demasiado en lo que comía y, aunque intentaba reír y quitarle importancia a lo que decía, no paraba de insistir con cosas como “yo creo que estoy más gorda que el mes pasado”, “¿no me ves más gorda que en la última foto?”, “mejor como algo ligerito, que mira que tripa”. Y yo no veía nada, pues estaba perfecta. Entonces me recordó a mí, a todas mis inseguridades absurdas y también entendí a mis amigas cuando me decían que era una tontería seguir obsesionándome con mi físico.

Me di cuenta de que da igual la pérdida de peso, porque si queremos buscarnos algún defecto, nos lo seguiremos encontrando. Que si algún día nos vimos gordas, nos seguiremos viendo gordas, aunque perdamos cuarenta kilos, porque primero hay que arreglar la autoestima. Hay que perder el miedo al cambio, porque el cuerpo cambia y no podemos hacer nada. Habrá épocas en las que pesemos más, en las que pesemos menos, momentos en los que tengamos más granos, otros en los que tengamos el pelo más brillante… Pero lo más importante es gustarte y, si no, trabaja por el cambio, pero siempre desde el amor a ti misma y valorando los esfuerzos que haces y has hecho por mejorar.

 

Rocío Martínez