Hace unas semanas se produjo el cambio de hora caracterizado por adelantar el reloj. Es decir, la noche en la que ocurrió dormimos, bailamos, salimos, bebimos… (o lo que haga cada uno en la noche del sábado, vaya) una hora menos: sesenta minutos menos de disfrute.

Este “fastidio” tiene su razón de ser (o eso dicen) ya que si no se cambiara la hora amanecería demasiado temprano durante primavera y verano, y nosotros seguiríamos durmiendo, por lo que la luz solar de esas horas se desperdiciaría.

¿Y a qué viene todo esto? Pues a que el cambio de hora me hace replantearme una cosa: ¿Os dais cuenta de la importancia que tiene una hora en nuestra vida y lo fácil que es perderla?

Esta vez ha sido por el cambio de hora que es algo inevitable pero, ¿qué pasa cuando desperdiciamos el tiempo ‘conscientemente’?

Hoy vengo a reflexionar sobre aquellos momentos en los que perdemos el tiempo tontamente y que deberíamos evitar, ya que el tiempo se escapa, literalmente.

  • Cuando hacemos algo que no nos gusta pero seguimos haciéndolo mientras nos amargamos pensando que no nos gusta y que hay que dejarlo pero nunca llega el momento de dejarlo y el amargamiento crece mientras pensamos en dejarlo.

Un entuerto aplicable a varios ámbitos: trabajo, estudios, relaciones amistosas/amorosas… aunque el tema del trabajo y estudios es delicado ya que muchos factores entran en juego, partiendo de las circunstancias de cada uno que no siempre son fáciles y puede que muchas veces no permitan elegir. Pero para quién pueda, que valore lo que realmente quiere. Una vez escuché: “No hay nada mejor que dedicarse a lo que uno ama“.

  • Momentos que perdemos a causa del miedo.

El ejemplo más sencillo es aquel chaval/chavala que vive “enamorado/a” de otro chaval/chavala y se muere por estar con él/ella y nunca termina de dar el paso por miedo al rechazo. Mira que si la otra/el otro siente lo mismo… ¡Qué de tiempo desperdiciado quedándose en la sombra! ¿Qué es lo peor que puede pasar? Que no salga bien o que la respuesta sea negativa pero ¿y qué? El “no” ya está ahí…pero puede convertirse en sí. Esto también es aplicable a cualquier situación fuera de las sentimentales. La vida es una y está para arriesgarse.

Y si a mí no me creéis quizá a Will Smith en la célebre “En busca de la felicidad”, sí. (Ve a por ello, y punto).

  • Cuando vivimos arrepentidos de las cosas

Todo lo que vivimos sirve para algo y nunca deberíamos arrepentirnos de las cosas que hacemos (hablando en un sentido que no pase lo legal ni se haga daño a otra gente, obviamente). Y es que en realidad de nada sirve darle vueltas, lo hecho, hecho está. Una buena amiga me dijo una vez: “Qué manía tiene la gente de arrepentirse de las cosas. Sólo se vive una vez”.

  • Cuando nos preocupamos por cosas sin sentido

¡Anda que no hay cosas graves en el mundo por las que preocuparse! Ojalá no las hubiera, peeeeero… por eso, y como suelen venir solas, no malgastemos tiempo sufriendo por memeces que no llevan a ningún lado. Mientras se pueda, vive, ríe y sueña.

Tu tiempo es limitado, así que no lo malgastes viviendo la vida de otro, vive tu propia vida. Todo lo demás es secundario“. (Steve Jobs)

Eva R.

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