Ayer por la noche estaba mirando el móvil mientras de fondo en la tele sonaba Got Talent y ocurrió. Pitu se cruzó ante mi y yo llevo gritándole a la pantalla desde entonces, aunque ahora ya esté apagada.

¿Quién es Pitu?

Pitu es un chaval con sobrepeso que ha sufrido bulling en su pasado y que ha tenido la valentía de creerse Beyoncé, qué digo creerse, ser Beyoncé delante de medio país y en directo. Es uno de esos chicos al que los trolls que suelen esconderse bajo perfiles anónimos en las redes sociales llamarían gordo, amanerado y, estoy segura, todo el puñado de cosas despectivas que se han escuchado por los tiempos de los tiempos.

Pitu ha llegado a la tele a mover el culo como le gusta, a demostrar que los gordos no siempre estamos tumbados en el sofá y a desmentir, entre otras cosas, esa creencia de que una persona gorda no puede moverse bien. Venga, pues ahí está él, entre otros, para demostrar que moverse es una cuestión de actitud y de habilidad independientemente de los kilos que se tenga. No vi su actuación anterior porque no sigo el programa como religión pero gracias Santi Millán, tenías que ser tú, por ese pase de oro que hizo que ayer me despegará del móvil para alucinar con este tío.

En los pocos minutos que dura la actuación, me emocioné y sonreí a la vez.

 

Seguimos necesitando gente valiente que nunca se canse de romper estereotipos y que den pasos al frente sin importarles el qué dirán. 

El mundo sería mejor, estoy segura si todos nos creyésemos Beyoncé delante del espejo, y sin él, un ratico cada día.

La actuación de este chico me ha recordado que todas podemos ser reinas de las tarimas cuando se nos ponga en gana, algo que en los últimos meses tenía un poco olvidado. Me ha animado a salir a quemar la noche mientras meneo mis carnes morenas y a venirme arriba aunque este rodeada de gente cuando suena, entre otras, eso de Thalía que dice «…toda la noche perreé (aeh aeh), con la mano en la pared aeh aeh…»

Que la vida son dos días, que debemos disfrutar de lo que realmente nos gusta y que siempre hay hueco para el brillo es algo que también recordé gracias a él. 

Este chico me pareció un tipo de los que han aprendido a comerse la vida y comerse la vida es lo mejor que podemos hacer. Siempre.

Nunca está mal que un lunes por la noche, alguien te recuerde que hacer lo que te gusta nunca está de más.