Seguro que os suena la típica historia de película (o real) en la que la prota deja su deprimente trabajo de oficina para dedicarse a alguna vocación artística. La mía es lo contrario a esa historia romantizada, pero la mayoría de la gente de mi entorno dio por hecho motivos totalmente desacertados acerca de mi decisión. Recibí dos tipos de comentarios:

  1. Pero mujer, dejar tu pasión ahora… ya sé que el arte es duro y a veces cuesta obtener beneficios, pero sabes que puedes contar conmigo…
  2. Es lo más sensato que podías hacer, en los tiempos que corren hay que tener un sueldito fijo a fin de mes, no te harás rica, pero dormirás tranquila…

En el fondo, en las dos opiniones subyacía la misma idea: dejas tu trabajo por otro menos apasionante pero más cómodo y seguro. Como una compresa con alas laboral. 

La realidad es que disfrutaba de mi compañía de teatro y ganaba lo suficiente para vivir y aunque no soy famosa, sí he recibido algún que otro premio. ¿Entonces, qué me hizo opositar al cuerpo de subalternos, nada menos?

Las razones se pueden dividir en tres grupos:

  1. Pasaba meses lejos de Drogo, mi perro (Can Drogo para los amigos)
  2. Quería encontrar pareja, pero solo me relacionaba con los miembros de la compañía (y ya me había acostado con unos cuantos)
  3. Necesitaba amueblar mi casa y tener algo más que un taburete, una mesa desvencijada, una nevera vacía y marcos de fotos con la imagen original

¿Decepcionadas?

Al final resulta que mis motivos eran bastante tradicionales: casa, marido, «hijo»… hubo compañeras feministas que tuvieron que decir algo al respecto, que parece que para algunas el único feminismo posible es el de lesbiana, vegana, rapada y con pelos en las piernas. 

Un día después de una función me encontré revisando el BOE en busca de convocatorias. Elegí la de menos temario (hacía tiempo que no estudiaba nada aparte de los textos teatrales). La mayoría era legislación. Al día siguiente empecé a leerme la Constitución por primera vez en mi vida y me llevé una sorpresa. No es Jane Eyre, pero resulta bastante interesante.

Han pasado seis meses y el examen empieza en diez minutos. Estoy escribiendo esto con los pulgares en las notas del móvil para distraerme y también para recordarme por qué estoy aquí. 

Deseadme suerte.

Anónimo

 

Envía tus movidas a [email protected]