El día de hoy me trae sentimientos agridulces. Por un lado me alegra ver cómo luchamos por reivindicar los derechos y la igualdad de oportunidades y denunciar las desigualdades que han sufrido las mujeres a lo largo de la historia. Por otro, veo con pesar cómo un sector del feminismo no avanza en la aceptación del colectivo transexual. Con la mirada ajena, algunas personas consideran que las mujeres transexuales somos hombres que suplantamos el género de mujer, algunas incluso piensan que somos homosexuales.

El género existe. Por supuesto. Se refiere a los roles, comportamientos y atributos construidos socialmente que una sociedad dada considera apropiados para hombres o mujeres. Estos comportamientos afectan en las maneras en que las personas actúan y se sienten sobre sí mismas.  Y decir que las personas trans abandonamos, cambiamos o escogemos  un género es simplemente absurdo. De la misma manera que sería absurdo decir que los homosexuales abandonan la heterosexualidad o que la cambian por la homosexualidad. Una no nace trans, sino que a través de la introspección, del autoconocimiento de habitar tu propio cuerpo sabes cómo encajas.

Y creedme, no lo tenemos nada fácil. En Europa, 34 de 50 países obligan a las personas trans a:

  • Esterilización
  • Divorcio
  • O diagnóstico de enfermedad mental

Y es duro luchar por tener derecho a tener un nombre, a que el Estado o sector privado reconozcan tu identidad legal, a tener autonomía sobre tu propio cuerpo, mente, emociones, condiciones psicológicas o identidad. Es duro tener que emigrar de las pequeñas poblaciones a las grandes ciudades porque no soportas la presión y el rechazo. Se te considera perturbada mentalmente, un error que debe ser eliminado o reparado por la medicina y por la ley.

Somos mujeres, porque por desgracia sabemos lo que supone ser mujer en el patriarcado. Sabemos lo que es tener miedo de ir solas por la calle de noche. Sabemos lo que es estar sexualizada o ser considerada simplemente un fetiche, lo que es cobrar menos que los hombres (si es que nos dan trabajo). Sabemos lo que es que nos maltraten y nos falten al respeto.

Porque las mujeres no somos mujeres por tener el periodo o por quedarnos embarazadas (hay algunas que no tienen periodo ni se pueden quedar embarazadas).  Y afirmar que ser mujer es nacer con vagina y ser hombre es nacer con pene, basa el género únicamente en la biología. Pero las personas somos mucho más que nuestra biología. Porque de lo contrario reducimos la dignidad y la identidad a la cosificación de la mujer como un artefacto que amamanta y procrea. El género no puede ser un objeto, no puede ser simplemente un cuerpo.

¿Desde cuándo el feminismo se basa en los sentimientos y no en realidades? Es el otrora discurso manejado por el poder del rancio conservadurismo patriarcal, que bajo el falso nombre de feminismo excluye a compañeras igual o más oprimidas.

Como dije en un artículo anterior, fui feminista antes de que se me reconociera como mujer y hoy me encuentro con que, gracias a lo segundo, se me suele cuestionar lo primero. Es mi género, es mi cuerpo, es mi identidad, es mi libertad, y eso no debería negociarse, a ningún precio. Y porque no seremos libres mientras una de nosotras siga oprimida.

 

@LuciaLodermann