Hace un par de años yo era una persona muy activa. Iba todos los días al gimnasio, a veces incluso por la mañana y por la tarde (qué pereza me da ahora cuando lo pienso). El caso es que me mudé a Madrid y ahí abandoné el deporte.

Hace unas cuantas semanas me dieron unos dolores de cabeza horribles y unos mareos que hacían que estuviese tirada en el sofá todo el día sin poder moverme. Resulta que fui al médico y me dijo que tengo rectificación cervical, es decir, que mis cervicales han perdido su curvatura natural y están totalmente rectas. Ello se puede deber al uso del móvil (tener la cabeza agachada mirándolo), malas posturas, mucho tiempo sentada delante de un ordenador… En fin, que la receta fue fisio y que me apuntase a yoga o pilates.

Yo nunca había estado en una clase de yoga antes y mi fisio me recomendó que buscase un centro en el que los grupos fuesen pequeños para que el profesor pudiese estar pendiente de mí, por si terminaba jorobándome más el cuello/espalda. Bien, pues ayer fue mi primer día y aquí estoy yo dispuesta a contaros mi gran hazaña.

Tengamos en cuenta que llevo más de dos años sin hacer absolutamente nada de deporte, lo que me ha supuesto coger varios kilos y perder la flexibilidad que tenía.

Llamé por teléfono a un centro que encontré en mi barrio, me informaron de horarios y todo eso y me ofrecieron probar una clase gratis. Llené mi mochila con cosas que no sabes si necesitarás (toalla, botella de agua…). Llegué ayer allí, un chico muy majo me dijo dónde estaba el vestuario de chicas y después me presentaron a la profe. Le comenté mi problema de cervicales. Sin problema, todo bien. Empiezan a llegar las “compis” porque yo me había presentado allí unos 10 minutos antes para ubicarme.

La clase la componemos dos señoras de unos 60 años, una embarazada de 5 meses y otra mujer que rondará los 40. Yo, obviamente, ya tenía muy claro que sería la más pato mareado de todas. 

Empezamos y ya el hecho de mantenerme totalmente recta sentada con las piernas cruzadas me supone un esfuerzo. Las lumbares me matan. Seguimos con ciertos estiramientos y “asanas”. Y ahí es cuando me doy cuenta de la fuerza y la concentración que se necesitan. ¿Por qué? Porque mientras yo intentaba guardar el equilibrio me era imposible controlar la respiración. Además, el sudor comenzaba a gotearme por la nariz. Incauta de mí pensar que no iba a sudar hasta ese punto. Miro a mi alrededor y veo a todas super relajadas, sin hacer esfuerzos y sin caras de sufrimiento (la mía tenía que ser un poema).

Tras estirar todos y cada uno de los músculos de nuestro cuerpo llega el momento de la meditación. Nos tumbamos en las esterillas y nos ofrece una manta. La rechazo educadamente porque seguro que si me tapo con algo moriré de asfixia. Durante unos veinte minutos la profe nos deja prácticamente la sala en penumbra y murmura frases tipo: “Nos imaginamos que somos una flor de loto….que poco a poco va a ir floreciendo. Notamos la energía que recorre nuestro cuerpo”. 

A mí la verdad me cuesta mucho dejar la mente en blanco y reconozco que cuando la escuché pensé: esto no es lo mío. Pero según fueron pasando los minutos conseguí relajarme, aunque admito que no del todo (¡era el primer día!). Cuando nos levantamos yo estaba ya medio grogui.

Es cierto que durante ese momento de meditación, con los ojos cerrados, aún sudando y con la manta tapándome un poco los pies (se me estaban quedando helados) solo podía imaginarme a las demás con una inmensa flor de loto preciosa y floreciendo y la mía toda chuchurrida y marchita.

A pesar de todo y ya sé que solo llevo una clase pero…… ¿recomendaría el yoga? Indudablemente sí. Cuando salí me notaba más tranquila y andaba de forma más ligera.  Se trabaja muchísimo la flexibilidad y la relajación y el día que consiga controlar la respiración mientras realizo esas posturas que me han costado agujetas hasta en las pestañas al día siguiente, seguro que sabré apreciarlo mucho mejor.

Como diría Barney Stinson….Challenge Accepted!

Fdo: Satine1991