Bueno vale, a veces sí quiero a un empotrador en mi vida; pero solamente a veces.

La mayoría de las veces no tengo la necesidad imperiosa de encontrarme con un vikingazo que me haga ver las estrellas y me empotre fuertecito. Llamadme simple (que no conformista) pero a mi me van más los blanditos y ahora resulta que eso no se lleva.

Ya lo sé Jason, tú no tienes la culpa.

Resulta que ahora lo que mola es encontrarse con tíos que nos cojan en volandas (muy fornido tiene que ser el señor en cuestión para que haga eso conmigo), que nos miren fijamente, como desafiantes, que nos agarren fuerte, nos penetren sin dudar y nos dejen patidifusas.

Y la historia está en que cada una de las mujeres del planeta se quedan patidifusas con miles y millones de cosas diferentes.

Las hay que prefieren las caricias a los azotes, las embestidas firmes y seguras pero lentas; que se revuelven entre cosquillas, risas y miradas de complicidad; también están las que prefieren llevar el control, las que disfrutan de las respiraciones entrecortadas, de los gemidos improvisados y casi vergonzosos. Hay mujeres que no necesitan que las empotren.

Así que igual que nos liberamos de las exigencias físicas que nos impone la sociedad, liberémonos también de las exigencias sexuales que parecen imperar. No todos los tíos del mundo mundial tienen que ser empotradores, a Dios gracias. También nos molan los blanditos, los que se emocionan, los que bailan lento.

Y es que queridas y queridos míos, en la variedad está el gusto; y yo sinceramente, prefiero quedarme con eso; y si me tienen que empotrar los martes y hacerme el amor lentamente los miércoles pues bienvenido sea. Pero desde luego, lo último que quiero es que te enfundes el traje de empotrador cuando no es de tu talla solamente porque es lo que toca, o lo que crees que me va a gustar.

Así que tú, puedes seguir contándome los lunares, puedes seguir buscándome las cosquillas al ritmo que marcan nuestras carcajadas, puedes disfrutar descansando en mi interior después de arrebatarme el mejor de los orgasmos; puedes morderme despacito, tocarme lentamente y susurrarme casi sin entenderte; puedes seguir siendo tú, porque eso al fin y al cabo es lo que quiero de ti.

Imagen de portada: Joao Silas by Unsplash