Hace unos días, en una entrevista que me hicieron sobre la anorexia y los trastornos de alimentación, me preguntaron qué les diría a las jóvenes que ven constantemente los modelos de las redes sociales y que se comparan con ellos, para que no cayesen en esas enfermedades.

Las grandes respuestas tienden a aparecer cuando la pregunta hace horas que ha pasado, como cuando discutes con alguien y recreas la conversación en tu cabeza con todas las cosas ingeniosas que podrías haber dicho.

Sigo sin saber qué decir, pero dejar un borrador de ideas de lo que les diría a esas adolescentes (las que lo son por edad y las que lo seremos siempre mentalmente) quizá a alguien le reste demonios. Porque del infierno, siento decirlo, solo una misma puede poner el cartel de EXIT. 

Como persona que ha estado más de diez años sin comer sin venir de una postguerra, diría a las chicas que sueñan con adelgazar, que busquen un sueño más bonito.

Que se pregunten, aparte de ser guapas, qué les gustaría ser.

Porque en cuanto lo sean (o sientan que lo sean) serán guapas. Es automático. Como enseñarle a tu perro una zapatilla nueva de casa y quedarte sin ella. Automático. Te ríes con tu amiga, te ves divertida, trabajas en una ilustración, te sientes artista, dices “no” a quién nunca quisiste decir “sí”, te sabes fuerte.

Ser preciosa, es una consecuencia inmediata e inevitable.

También les diría a esas mujeres que el hambre, el ejercicio obsesivo, la disciplina, te quitan mucho más que kilos. Te roban las ganas de salir y hacer planes, bien porque incluyen pizzas o copas (derroche de calorías que te van a hacer un monstruo) o pasar demasiado tiempo sentada, como dos horas en el cine (calorías que se solidifican en tu cuerpo quieto, castigado).

Te quitan gramos de tu tripa y años de tu vida.

Cuando te das cuenta, hace más de veinte que no te metías en el mar por no enseñar en bañador esos defectos que te hacen insuficiente. Para gustar a los demás dejas de hacer cosas que te gustan a ti.

Así que a esas damas que se miran en el espejo con pena, o incluso asco, les diría que no tienen necesidad de ser Ester Éxposito. Que en redes hay también otros modelos de mujeres, como Andrea Compton, Alba Flores, Desiré Vila, Rozalén, Carolina Iglesias, Nathy Peluso, mujeres independientes, profesionales, inteligentes, divertidas, frikis, revolucionarias, valientes, fuera de cualquier canon de belleza y siendo la definición de ella.

La anorexia, la bulimia, todo tipo de TCA, es una enfermedad basada en la falta de amor. En la falta de amor propio.

En sentirnos cacahuetes vacíos que necesitan cortezas perfectas porque si no serán los olvidados de un paquete de frutos secos en el que todo está buenísimo. No estamos huecas, señoritas. No somos cacahuetes. Somos micromundos, seres sensibles. Y somos preciosas.

Amaia Barrena