¡QUE NO SE CASE NADIE QUE QUIERO SER MADRE!

Llega un momento en la vida, más bien una edad, en la que todo el mundo a tu alrededor empieza a casarse. ¡Es que caen como moscas! Amigos, primos, compañeros de trabajo, amigos de la escuela, del pueblo, el que no tiene a quién invitar y se acuerda de ti, … Y seamos sinceras, no todas las bodas apetecen igual… 

Venga, seamos aún más sinceras… ¡no apetece ninguna! 

Nos apetece una fiesta más que a Pocholo y su mochila. Pero una boda es un rollazo. Para irte de parranda te pones lo que tengas por casa, agarras la cartera con lo que te quede y ¡hasta que el cuerpo aguante! En cambio, irte de boda entre unas cosas y otras te sale más caro que a los novios.

Empezando por el modelito para la ocasión. Vestidazo que te va a costar una pasta y que no te vas a volver a poner (vamos, como la novia, pero sin ilusión). Zapatos que te costarás más que el vestido con la esperanza de que siendo caros igual no te machaquen los pies (alerta espóiler: tus pies mueren igual gastándote 5 que 500€). Minibolso, pendientazos, anillaco, peluquería, maquillaje y todo lo que haga falta para dar el pego como señora de Marbella. Taxi para ir y para volver porque unas copichuelas te tomarás… Y con esto ya te has gastado el sueldo de un mes para irte a la boda de tu prima la del pueblo a la que no ves desde hace 10 años. Qué mona vas y ahora… a comer y beber de gratis. ¡¡JA!! De gratis nada bonita… Porque ahora llega el mejor punto de todos: el regalo. Que más que un regalo parece el contrato de una hipoteca. Tiene que cubrir el precio del menú, un plus si hay barra libre, un poco más porque nos han puesto bus, y no vas a ser la rata que se queda corta… que les sobre algo para el viaje de novios. Ale, ya te has fundido también el sueldo del mes siguiente. Y todo este gasto descomunal lo compensarás a base de marisco y cubatas. Algo es algo. Pero oh… sorpresa… Lo mismo que a cierta edad la gente empieza a casarse, algunas también empezamos a quedarnos embarazadas. ¡Al traste mi plan de empacho y borrachera!

Jamón no puedo… toxoplasmosis. 

Marisco uy… demasiado ácido úrico.

Nada que lleve huevo sin pasteurizar… ni lácteos que no me fio.

Carne nada que no estará bien pasada. 

¿El pescado lo han congelado antes? 

Merengue lleva claras… los siropes demasiado azúcar… 

De lo que queda la mitad me da arcadas y la otra mitad acidez. 

Estupendo, como pan y agüita mineral, porque el alcohol ni mirarlo y los refrescos ni olerlos.

Vamos que me he gastado el sueldo de dos meses en un vestido con el que parezco una mesa camilla, unos zapatos de una talla más y un bocata de aire. 

¡Joder! ¡No hay cosa más triste que ir embarazada a una boda!

Sin apenas comer… sin beber… todo el mundo medio piripi y bailando Paquito el Chocolatero y tú en una esquina sentada con tu agua mineral y los pies más hinchados que el hígado del padrino.

En serio os lo digo, con la experiencia de tres bodas embarazada que me avalan, antes de empezar a darle al desenfreno de la gestación, haced un llamamiento a familiares, amigos y demás conocidos:

“¡QUE NO SE CASE NADIE QUE QUIERO SER MADRE!”

O de lo contrario que te excluyan de la lista de bodas, te dejen ir en pijama o directamente, a la hora de hacer las invitaciones, que se olviden de ti como lleva pasando desde que dejasteis de jugar juntas hace 15 años en los veranos del pueblo.

Marta Toledo