No sé si lo sabíais, pero hace relativamente poco, se le dio mucho bombo a que iba a haber lluvia de estrellas.

Yo vivo en una zona en la que hay una montaña bastante popular a unos 40 minutos en coche de la ciudad, me pareció un planazo pasar la noche viendo las estrellas y, ya que últimamente tenía mis apps de ligar muertas, se me ocurrió ponerlo en la descripción.

Puse algo así como “¿Te vienes a ver las estrellas este finde conmigo? Literalmente, en la montaña. Figuradamente, lo vamos viendo”

La presentación tuvo éxito y empecé a recibir muchos match. Me permití el lujo de ponerme exquisita y seleccioné a cuatro chicos que me llamaron la atención.

Después de hablar con ellos un par de días, cerré el plan con el que me pareció más interesante. Era un chico de mi ciudad, un par de años mayor que yo, le encantaban las estrellas y me prometió que me explicaría cosas del firmamento.

Conforme íbamos hablando, aumentó el interés por ambas partes y, aunque teníamos plan para el fin de semana, estuvimos a punto de vernos antes. Pero finalmente no se pudo cuadrar y tuvimos que esperar a ir a la montaña. 

Yo llevaría el coche, llamadme loca, pero prefería tener disponible una opción por si algo iba mal y quería irme. También avisé a mis amigas del plan que tenía y más o menos la zona donde estaríamos, no es que me sintiera insegura, pero nunca se sabe.

Le pasaría a buscar a las 19h, iríamos a la montaña cuando aun no fuese de noche y él traería la cena tipo picnic. Era el plan perfecto y me moría de ganas.

Cuando llegó el día, por si acaso, me llevé también una tienda de campaña de estas que se montan en segundos. Nadie sabía como podía acabar la noche y mejor estar preparada. Cogí el coche y le fui a buscar.

Estaba guapísimo, se había puesto un pantalón de chándal gris que le quedaba increíble y una sudaderilla que dejaba intuir lo bueno que estaba. Se subió al coche, me dijo lo guapa que era en persona, y nos pasamos todo el viaje hablando y riendo.

Al llegar allí, elegimos un sitio que tuviera buena visibilidad, planté la tienda de campaña, abrimos una manta y me enseñó el menú que trajo para la cena. Se alegró mucho de que trajera la tienda, porque se había traído un vino y no sabía si lo podríamos disfrutar. Todo estaba siendo perfecto y yo estaba super feliz.

Faltaba poco para la lluvia de estrellas y, antes de que empezase el espectáculo, me excusé para ir un momento a hacer pis.

Estaba bastante oscuro y yo buscaba un sitio un poco escondido para que nadie me viera en cuclillas. Me metí en el bosque, seleccioné un arbusto y me dispuse a hacer pis, pero cuando me agaché para bajarme los pantalones, me caí por un desnivel.  

Rodé por una rampa de arena, hierba y piedras de unos dos metros, con los pantalones a medio bajar. No me hice daño serio, pero acabé llena de arañazos, golpes y marcas.

Me quedé en silencio esperando a ver si alguien me había oído, pero no escuché nada, así que disimulé, hice pis y bordeé un poco la rampa para llegar a donde estaba la tienda de campaña.

Cuando andaba, me di cuenta de que algunas de las heridas estaban sangrando, notaba el frío y como la sangre estaba mojando la ropa. No era mucha, pero algo salía.

Aparecí entre los matorrales y en cuanto él me vio, se levantó asustado a preguntarme qué me había pasado. Le expliqué que me había tropezado y se rio mientras me quitaba ramas del pelo.

Me curé las heridas con un poco de agua y nos preparamos para ver la lluvia de estrellas, pero a penas pudimos disfrutarlo. Él estaba preocupado y me insistió en que deberíamos ir a urgencias, así que después de varios intentos, cedí y nos tuvimos que ir.

Al final, ni tienda de campaña, ni estrellas, ni nada.

Consejo: si vais a ir a la montaña, llevaros una linterna. O un botiquín.

 

Anónimo

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