Querido 2020:

Me robaste todos los momentos que soñé vivir contigo. Decidiste que me arrebatarías familiares, amistades y amoríos porque tu consideraste que este año mi destino, no era ser feliz.

Dejaste encerrados en casa todos mis proyectos e ilusiones, y me obligaste en más de una ocasión a bajar las persianas y meterme en la cama por eso de si el tiempo pasaba más rápido y podíamos reírnos cuanto antes de ti. Hiciste que los días largos fuesen eternos y que los momentos buenos durasen lo que dura un pestañeo.

Conseguiste que los “todo saldrá bien” se convirtiesen en un “ojalá salga”, sin importar el “bien” o el “mal” porque no había ni esperanzas ni sueños. Nos volviste animales enjaulados a quienes ya habíamos cogido el gustillo a eso de sentirnos libres corriendo. Me alejaste de quienes yo más quería porque castigabas sin piedad ni delito. Porque cuando te encabronabas, te llevabas por delante a quien fuese sin importar todo el silencio que dejarías a tu paso.

2020, te prometo que yo quería que esto funcionase, pero decidiste hacerme daño con heridas que me dejan cicatrices eternas, preguntas sin respuesta que se repetirán en mi cabeza como quien se aficiona a una canción de la radio.

¿Pero sabes qué? Que tú te marcharás. Que vendrá un año nuevo que, a pesar de generarme un cierto temor, ya no puede hacerme más daño. Porque sí, muy a tu pesar me he recompuesto de tus golpes y esto es lo que se que va a pasar:

Vendrán proyectos adaptados a todas esas trabas que me pusiste por sorpresa, porque he aprendido la lección. Vendrán personas que quieran quedarse y que conviertan ese metro y medio en medio centímetro, porque sabrán besar el alma que es lo importante.

Me quedaré en casa. Pero no porque me lo imponga nadie, sino porque quiero. Porque he aprendido que en la soledad de mi hogar puedo encontrarme y eso, en cierta parte, es algo que no te esperabas que fuese a lograr.

Daré prioridad a mi familia, esa que por ser familia dábamos por hecho que estaban siempre y que, por tus estragos, juro que nunca les dejaré para mañana. Porque sé que el mañana puede, simplemente, decir que no viene.

Cuidaré a todas esas amistades que me enseñaron que la distancia no es más que un invento de los que no conocían face time. Además, he aprendido a cenar a las ocho a posta, porque los bares no tienen la culpa de que hayas decidido arruinarnos las cenas, ni la vida en general.

Querido 2020. Márchate y no vuelvas porque al final, he ganado. Porque 2021 me pilla dispuesta a salir de este hoyo más fuerte, más unida y con ganas de que nadie me vuelva a encerrar. Eso sí, con mascarilla.

Rocío Torronteras (@rocio_tor16)