Si has entrado a leer este artículo, puede ser por dos razones: o bien has superado el temor a comprar ropa, o por desgracia, todavía lo sientes.
Para muchas personas, el momento de tener que ir de tiendas es terrorífico. Y no me refiero al precio al que están los vaqueros y las camisetas básicas, sino a la actividad en sí misma de tener que pasar percha tras percha, escoger prendas y luego, ir al probador a intentar encajar en ellas.
El probador. Ese cubículo engendrado por el mal, de suelos sucios y pegajosos y con una iluminación que hace que se te radiografíe todo lo que existe en tu cuerpo que no te gusta. Es un mal trago, hay poco espacio, siempre hace demasiado calor y la ropa escogida, como por arte de magia, parece ir menguando desde el momento en que la descuelgas del perchero hasta que te la metes por las piernas.
Lo que te parecía que estiraba minutos antes, ahora no pasa de la rodilla.
Hace unos años, cuando la manera habitual de comprar era patear tiendas, yo llegué a llorar sentada dentro de un probador. Y lloré porque después de que mi madre, bendita sea, se aburriera de pedir »una tallita más» a la dependienta, descubrí con pavor que no cabía en ninguna pieza de ropa de las que me gustaban. Había llegado el temible día en que me tocaba asumir, que ya no podía comprar ahí. Como le dijeron a Julia Roberts en Pretty Woman… no tenían nada para mí.
¿Y qué se hace entonces? Pues te hundes. Porque si ya comprar es, de por sí, un tarea tediosa, al unirle el hecho de tener que bajar mucho tus expectativas por causa de tu peso y talla, la cosa de pone peor. Me tocaba ir a tiendas especiales. De talla grande. Donde o bien parecía una futura mamá o compartía estampados con mi abuela.
Detestaba comprar hasta tal punto que pasé por la fase de »si me cierra me lo compro» y me daba igual lo que fuera. O que no me gustara. Si no me sentaba bien, ¡mala suerte para mí! cabía dentro y eso era todo. No aspiraba a nada más.
Ahora, POR SUERTE, las cosas van mucho mejor.
Para quien siga sin encontrar disfrute en ir de tiendas, la venta online se ha convertido en el mejor amigo y amante de todas las mujeres y hombres que hasta hace unos pocos años se las veían y deseaban para encontrar la ropa que estaban buscando.
Con saberte tus medidas y llevarlas apuntadas en un papelito, tienes suficiente. Te puedes sentar en casa cómodamente y seleccionar colores, cortes, precio y estilismo en unos cómodos clicks. Tiendas como Asos, AliExpress, La Redoute, o Youth Cloting y un gran etcétera; tienen de todo, en todos los tamaños y para todas las ocasiones.
Se acabó eso de ambicionar un bonito vestido y saber, antes de haber tocado incluso la tela, que la talla máxima no llegará a la decena que tú necesitas. Se acabó plantearte comprar tela e intentar que una modista te lo haga a tu medida. SE ACABÓ sentir que tienes que conformarte con lo que te vale, y no con lo que te gusta.
Son muchas cadenas de tiendas las que ya se van dando cuenta de que en la diversidad está el gusto. Las personas no somos muffins, no salimos de moldes y no somos iguales, ¡necesitamos variedad! pero dentro de ella, tenemos derecho a usar un mismo estilo de biker o vaquero llevando una 38 o una 52. Ir a una tienda y escoger trapos que probarte debería ser un placer de los Dioses, no una especie de castigo que te haga sentir fea y poco ‘apta’ para llevar según qué cosas.
El camino que queda es largo, nadie lo discute. Debería ser norma que todas las firmas asimilen de una vez, que hay vida más allá de la 44, y que pagar a precio de oro una prenda grande en comparación con una pequeña no es ni lógico, ni debería permitirse.
Hasta que tan feliz momento llegue, desde aquí os animamos a visitar las web de todas las tiendas online que existen en el mundo. Maravillas de colores, tejidos y tallas donde serás por fin tú misma, tal como te has imaginado, sin conservantes ni colorantes. Sin conformarte con que te cierre, sino viendo como te cierra, te realza y te sienta como un jodido guante.
Me paso por el bajoteto que no fabriquéis mi talla. Mi carrito de ASOS está ON FIRE
