Que levanten la mano aquellas mujeres que alguna vez, por pequeña que fuera, han sufrido angustia o miedo al creer que podían estar embarazadas sin quererlo. No somos pocas, ¿verdad?. La que más o la que menos ha pasado por ese instante en el que tu vida se va desmoronando poco a poco porque, aun no siendo el momento, crees que ese “aquí te pillo aquí te mato” ha dado en toda la diana de tu jugoso óvulo y de ahí en nueve meses ya nada será igual.

Estudios, muchos viajes por hacer, gente por conocer… en plena juventud y deseando que nuestra amiga la de rojo, “dolores”, la regla, apareciese para darnos una alegría en forma de cólicos y mala leche. Era una manera diferente de ver la vida, de apreciar las relaciones sexuales, por entonces todas nos creíamos tan fértiles… y qué equivocadas estábamos.

 

Y sí, llega ese momento en el que como mujer sientes que ya no hay que huir de nuestros instintos biológicos. La maternidad llama a tu puerta para, de pronto, sorprenderte con unos deseos irrefrenables de abrazar a un bebé, a tu bebé. Te preparas, calendario en mano, y todo parece sencillo. Triscar, sin más, en época fértil y a poder ser manteniendo las piernas levantadas unos minutos después. Y repites, día tras día, disfrutándolo al principio, manteniéndolo como un deber más en otras ocasiones, en diferentes posturas que te ha recomendado fulanita que se quedó embarazada a la primera, dejando solo un día de por medio para que los espermatozoides no estén desgastados, tomando esas vitaminas para que la ovulación sea de la hostia… Y te desesperas, porque ciclo tras ciclo, “dolores”, regresa con sus cólicos a hacerte la visita de rigor.

Es entonces cuando la realidad cambia y de pronto te ves sentada en la sala de espera de la unidad de reproducción asistida del hospital, más nerviosa que nunca y mirando a tu marido sin saber en absoluto lo que os depararán los próximos meses. La Seguridad Social española contempla que tras más de un año de búsqueda, si la pareja no ha logrado concebir, es muy probable que algo no esté funcionando todo lo bien que debería. En cada ciudad el tiempo de espera es distinto, eso sí, la mujer no debe haber superado los cuarenta años de edad y no puede tener hijos previos para ser atendida.

 

Lo primero, muchas preguntas: relaciones pasadas, abortos, alimentación, vida activa o sedentaria, consumo de drogas… Toda la información parece poca a la hora de elaborar un diagnóstico que ayude a que el ansiado embarazo llegue. Y tras todo esto, es el turno las pruebas clínicas. A los hombres por regla general se les solicita un espermograma completo, además de analíticas de sangre y orina.

A nosotras, entre otras cosas, la temida histerosalpingografía. Esta eterna palabra esconde tras de sí una prueba bastante incómoda en la que, a través de un contraste, se realiza un control de la permeabilidad de las trompas y el útero. Además, se puede diagnosticar si existe alguna obstrucción e incluso, si todo va bien, solucionarlo con el propio líquido. Produce un dolor muy similar al de un cólico menstrual, y aunque solo dura unos minutos, recomiendan siempre ir acompañado para los momentos posteriores a la intervención ya que pueden aparecer calambres fuertes en la zona.

Puede que entre tanto ir y venir con pruebas y muestras arriba y abajo te olvides de lo realmente importante, el por qué esta pasando todo esto, la finalidad, los resultados. Esos temidos datos que decidirán finalmente qué tratamiento será el elegido para vosotros. ¿Inseminación artificial? ¿fecundación in vitro?. Como apunte a tener en cuenta, nuestra Seguridad Social cubre cuatro intentos de inseminación y únicamente una fecundación. Parece poco, pero realmente son muchas oportunidades.

cesarea

Y de ahí en adelante, empieza la etapa de preparar el cuerpo para recibir una enorme dosis de hormonas inyectadas a diario. Un sin fin de indicaciones y prescripciones médicas en las que, del día a la mañana, te ves a ti misma como a una auténtica enfermera realizando mezclas de suero con medicación, cambiando agujas… Una se vuelve fuerte en ocasiones, y débil y enfada en otras tantas.¿Por qué mi cuerpo no quiere darme un hijo de forma natural? ¿Lo estoy obligando a concebir a través de todos estos pinchazos? En absoluto, simplemente estás animándolo, dándole ese pequeño empujón que necesita para poder crear vida.

Tras tantos estudios, llega la fecha clave

Es más que evidente que toda la pasión que se derrocha en la concepción natural desparece por completo el día en el que se programa una inseminación artificial, pero dejemos claro algo imprescindible, el cariño y el amor continúan siendo los mismos. Un proceso breve y totalmente indoloro, en el que gracias a un ecógrafo y a una cánula la inseminación se realiza con un alto porcentaje de éxito. Y después, más hormonas, otro cóctel que ayude a que todo lo hecho hasta entonces no sea en vano y prospere pasados unos días.

Meses y meses de larga esperas, noches sin dormir por culpa de la inquietud, dudas que ni siquiera un médico puede solucionar… Tiempo que se reduce a minucias cuando, al fin, llega ese instante en el que dos pequeñas líneas indican que el momento ha llegado. Baby on board. Churumbel en camino. Minchiña a la vista.