Érase una vez en un apartamento muy muy lejano, pa´allá pal coño cristo más o menos, vivía una hermosa mujer. Era de sonrisa fácil, de mirada luminosa, de interior chispeante, de oscuros rizos enmarcando una piel blanca como la nieve. Su nombre era Blancanieves.

Blancanieves era feliz con lo que tenía, un trabajo bien pagado, una vida social activa y un par de empotradrores en la agenda. Ella era así, sencilla, con la manía de beberse 3 cafés por la mañana y cantarle hasta a las cucarachas de debajo de su nevera.

Un día estaba Blancanieves un poco sensible así que salió a pasear  por un parterre cercano  con su perrito, cuando un hombre que pasaba por ahí intentó ligar con ella. Blancanieves ese día no tenía el chichi para farolillos y rechazó amablemente al hombre, este ,en vez de retirarse, la llamó cosas  del palo ‘Eres una guarra’, ‘Foca obesa’, ‘FEA’. Eso sorprendió a nuestra pequeña Blancanieves, ¿Qué derecho tenía ese tío para llamarla de esa manera? Ninguno.

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Al principio no le dio importancia y lo dejó pasar. Al llegar a casa encendió la tele y salió un anuncio en el que la chica era puras piernas esbeltas, pechos perfectamente redondos y tersos, sin un gramo de celulitis o un michelín fuera de lugar, en cada canal que ponía se repetía diferentes versiones de lo mismo. Esa fue la primera vez que oyó la voz de la Madrastra.

La Madrasta estaba dentro de su cabeza y atenazando su corazón, le susurraba al oído que no era bella, que estaba demasiado gorda, que nadie podía ser menos que perfecto, que era una basura que no servía y tenía que cambiar si no quería hacer vomitar a la gente nada más verla.

Empezó una dieta estricta a base de manzanas, dejó los cafés y el cantar, dejó su felicidad y se mudó con 7 enanitos. Sus nombres eran: Hambre, Tristeza,  Odio, Baja Autoestima, Complejos, Vergüenza e Inseguridad.

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A medida que iba contando los días que pasaban en las costillas que salían por el espejo, se autoconvencía de que esa era la verdadera  belleza y  la mejor manera de encajar en la sociedad .

  • Su sonrisa se volvió difícil
  • Su mirada llorosa y triste
  • Su interior tenebroso, donde solo se escuchaba la Madrastra,
  • Su pelo se volvió quebradizo y sin brillo enmarcando un rostro filoso de un blanquecino mortal.

El final inevitable llegó y Blancanieves cayó en una pesadilla de la que nada la  podría despertar.

-Una, dos y tres costillas asomaban en el espejo.

-Una, dos y tres  manzanas comía por día,

-Una, dos y tres eran las heridas que aparecían en el corazón de nuestra pobre chica.

Sin fin a la vista Blancanieves perdió la esperanza. Quería volver a empezar, quería volver a surgir de sus cenizas, quería cantarle una serenata a las cucarachas, quería volver a ser feliz.

La segunda voz surgió de estos pensamientos. Un pequeño destello azul, entre el negro de la Madrastra.  Le susurraba palabras de aliento cuando el hambre se volvía insoportable, la instaba a seguir viva cuando la vida se hacía demasiado dura, la abrazaba mientras los sollozos la movían por las noches, le prestaba su fuerza cuando a ella no le quedaban.

El azul fue creciendo en su mente y su voz se hacía cada vez mas potente.

  • ¿Quieres ser así?, Blancanieves
  • Se fuerte
  • Se feliz
  • Ámate.

Una y otra y otra vez se repetía lo que el Azul le decía. Empezó a comer  más. Empezó a mirarse en el espejo realmente. Empezó a mandar a tomar por culo a esa zorra de la Madrastra. Empezó a erguirse ante el mundo y escupir uno por uno en la cara de los 7 enanitos.

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Los días pasaban y las costillas desaparecían, iba abriendo los ojos de una pesadilla infinita. Se endurecía con cada paso que daba hacia la luz. Del pobre cadáver que fue pasó a ser Superwoman.

Llegó el día en el que inconscientemente le salió una nota musical en la lengua y luego otra y otra hasta que volvió a cantar de nuevo al mundo. Desde entonces no ha parado de hacerlo en honor de todas aquellas que siguen en la oscuridad tratando de llevar el Azul a sus Madrastras.

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