Nunca creíste que llegaría, y no, no hablo del amor de tu vida. Ni de ese maravilloso vestido que viste en la web de Asos la semana pasada, ni mucho menos de ese bolso de Furla con el que sueñas en secreto. Tampoco hablo de ese vecino tuyo al que, admítelo, sabemos que le haces ojitos cada vez que os cruzáis en el rellano, y menos aún, de esas vacaciones soñadas en las que piensas cada vez que tu jefe te echa la bronca porque la has liado parda.

Hablo de algo mucho más grande y cuyas consecuencias a largo plazo son mejores.

Acuérdate de todos los errores, de todas las experiencias en las que no saliste bien parada, o directamente, hiciste el ridículo. Por ejemplo, aquella vez que quisiste ser morena, te teñiste el pelo de negro y acabaste pareciéndote a miércoles de la familia Adams. Pon aquí también, todas las veces que te sentiste estúpida por intentarlo y que salió aún peor. Como ese amigo tuyo con el que según tú había posibilidad de intentarlo y acabó siendo gay o aquella vez que creíste que habías conocido al amor de tu vida y a la semana decidió volver con su ex. Incluye además, todas las veces que no te quisiste y sobre todo, pon aquí las veces que te menospreciaste. O ¿no te acuerdas de aquel cumpleaños en que por querer quedar bien con tus amigas, te quedaste sin ese espectáculo al que te morías de ganas de ir? En resumen, pon todo aquello que no te haya hecho sentirte bien contigo misma. Imagina que lo pones en una de esas cajas de Zara Home en las que nadie sabe para qué sirven, pero son taaaan bonitas.

Sí, todo eso te hizo sufrir, sentirte imperfecta e inacabada, pero también te hizo sentirte humana. Equivocarse es sano, fallar es sano, pero menospreciarte es de no quererte bien. Y si, es la misma cantinela que llevas escuchando desde que tienes uso de razón en cada revista, en cada libro de autoayuda y cada gurú de youtube. Y reconoce, que un poco pesaditos son con el tema, pero es que si tú supieras lo bien que funciona, tú también lo serías.

Y ahora hablo del perdón, y de la aceptación de uno mismo. Como ese amigo tardón al que llevas esperando una hora, y de repente, aparece con tu regalo de cumpleaños o como ese examen que pensaste que suspendías, y apruebas con un 5. Joder, qué bien sienta sentirse bien. Acepta a esa chica que hay dentro de ti. Esa persona que decidió ser feliz, se ilusionó, se equivocó y siguió hacia delante. Dale un abrazo a esa parte de ti que todavía piensa que no se merece ser feliz y  que para que se va a enamorar, si siempre sale mal. Invita a crepes a esa parte de ti que es feliz ordenando cosas, y porque no, conoce que más guardas dentro.

Y no quiero parecer otro manual de autoayuda más, pero es que quererse bien es necesario, porque ya vamos a tener tiempo de encontrar a gente que nos quiera mal, o que directamente no sepa querernos. El perdón a uno mismo funciona de la misma manera que cuando sientes que has perdido el nuevo iphone 8, primero te asustas, luego entras en pánico, y por último cuando lo encuentras, te sientes jodidamente bien.

María Turegano