El miedo es una emoción básica que se encuentra en todas las culturas y sirve únicamente para sobrevivir. Es un mecanismo adaptativo a un entorno que no nos resulta familiar, que reacciona en función de lo que nosotros pensamos, y lamentablemente todos hemos pasado alguna vez por ahí.

Miedo al fracaso, miedo al compromiso, miedo del qué dirán. Una amenaza para nuestra vida o para nuestra autoestima. Y aunque en determinadas circunstancias puede ser una emoción positiva, el miedo es un monstruo que te limita e impide que seas quien eres.

Los años y la experiencia te dan una visión diferente del miedo y de cómo ser más feliz. Que no es más feliz quien más tiene, sino quien más se la suda todo. Que se puede ignorar lo que está en llamas pero no va a dejar de arder. Que a la única persona a la que debes contentar eres sólo tú. Dejar de cometer los mismos errores como buscar la felicidad en el mismo sitio donde la perdiste en vez de en lugares nuevos.

De nada vale esconder tus emociones, la vida no te lo va a agradecer. Así que hazte un favor y no juegues al fútbol si eres un Billy Elliot que ama la danza; no andes con un grupo de amigas que hacen bullying sólo porque crees que ésa es la forma de ser guay; no estudies empresariales porque tenga más salidas que arte dramático si ésa es tu verdadera vocación, porque vivirás amargada; no salgas con chicas si lo que te ponen son los tíos. Porque el amor es libre, porque lo convencional no debe regir tu modo de vida, porque eres exactamente igual y universalmente diferente al resto, porque los hombres también lloran, y porque los armarios son para la ropa, no para las personas.

Madurar es mandarlo todo a la mierda y llamar para ver si ha llegado bien. No te molestes en dar explicaciones, porque el que no te quiere no cambia de opinión y el que te conoce, no las necesita. No te quedes con los que no te quieren. No te quedes en un armario. Hay que animarse a andar con la libertad puesta.

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@LuciaLodermann
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