Ahora escucha la historia de mi vida… Nah, es broma, no voy a marcarme un rap. En realidad, vengo a contaros algo sobre algunos de mis gatos, y es que me he dado cuenta de que todos los gatos son body-positive. En concreto os hablaré sobre Sandy, porque todos tenemos que aprender algo sobre esta gata valiente y sabia.

La juventud

Sandy se crio en la calle, y por cosas de la vida se quedó preñada muy joven. Lo que viene a ser una teen mom. Era libre, independiente, sin ataduras, preciosa y ligera como el viento… Y de repente llevaba una barrigota con varios gatetes dentro.

Ella sabía que tenía que cuidar de esa tripota, así que las personas eran aliadas, porque le llevaban comida. Ahí entramos en escena mi familia y yo, la conocimos entonces, ya con cierta barriga que indicaba que en cualquier momento iba a hacer «Puf» y se multiplicaría. Ella se llevaba bien con las personas, le gustaba observar a la gente y estaba claro en aquel barrio que la primera que comería sería ella, y pobre de cualquier otro gato que intentase robarle SU comida.

Preciosa Sandy preñadota

Así le iba, con cicatrices en la naricita y en una oreja, un tercer párpado roto y una herida en el rabo.

Ser madre

Y de repente, un día que fuimos a verla, su barriga había desaparecido. Ella misma nos enseñó el nido en el que había cuatro bolitas, tres oscuras y una naranja, y yo gritando interiormente «¡Soy tíaaaaa!».

Esa misma noche, el nido se inundó por una tromba de agua de finales de agosto. Mis padres y yo acudimos a ayudarla y nos la encontramos intentando trasladar a los bebés, pero no había zonas secas. En cuanto nos vio, soltó al gatito que llevaba en la boca y se quedó tranquila, sabiendo que su familia iba a sobrevivir.

Nos llevamos a la madre y a los minigatos a casa, donde pudiesen estar a salvo. Ella se asustó muchísimo por ir en un coche, pero en ningún momento nos atacó. Y nada más tocar el suelo del salón donde iban a vivir, se dedicó a ronronear y dejar que sus pequeños se alimentasen. Todo esto una gata de la calle, ¿vale?

Preciosa Sandy con sus gatniños

Por desgracia, uno de los gatitos no pudo sobrevivir porque tenía varias malformaciones, y ella lo mantenía a su lado pero primero comían los demás, era como si Sandy supiera a la perfección lo que estaba pasando con esa cría. Seguramente era así.

En cuanto a los otros tres bebés, mis padres y yo queríamos encontrarles una casa definitiva en la que vivir. Y la encontramos. La nuestra. Junto a Sandy. Somos unos pardillos, lo sé. Cinco años, van a cumplir los «pequeños» Vicky el Vikingo, Rudy Fernández y Jack Sparrow. Y no, ninguno es el gato con el que salgo en mi foto. Esa belleza en miniatura se llama Katrina (aka Misifú) y también es muy body-positive. Pero esto es otra historia.

La moraleja

El caso es que Sandy es lo más resiliente que he visto en mi vida. Después de ejercer de madre coraje tuvo que ser menopáusica a la fuerza, había que esterilizarla porque los otros tres gatos son macho y el complejo de Edipo existe. Y ellos también esterilizados. Descuento de grupo. Ahora, Sandy tiene un cuerpo pera del que está orgullosísima, pasea su barriga blandita y suave y la luce al sol, y no le importa porque la reina es ella. Y punto.

Preciosa Sandy, reina de su mundo

Con esto quiero transmitiros que los gatos son body-positive. Sandy ha sufrido muchos cambios, pasó de estar sola y delgadísima a ser una madre de familia, y posteriormente se ha convertido en una bolita peluda dueña de su casa y dirigente de los demás gatos. Y todos tenemos esta capacidad de adaptación, todos podemos ser tan body-positive y tan valientes como los gatos, es cuestión de actitud. Ellos saben que son los putos amos, ¿por qué nosotros no nos damos cuenta de que también lo somos?

 

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