Estoy convencida de que la vida a veces nos vacila. Sí, se ríe en nuestra cara y nos dice una y otra que vez que siempre va a pasar lo mismo. Que nos van a volver a romper el corazón, que se van a volver a reír de nosotros, que el curro en el que estamos va a volver a ser un fracaso o que esa pequeña idea de negocio que tienes en mente va a volver a fracasar. Como ha pasado siempre. Te niegas a volver a empezar.

Arrancamos proyectos llenos de ilusión, pensando en que por fin será la definitiva; nos besamos con desconocidos imaginando las aventuras que vendrán, nos cambiamos de ciudad y tenemos hijos. Pero no siempre sale bien; a veces los desconocidos se vuelven gilipollas y las ciudades por descubrir se llenan de días grises y soledad.

Es entonces cuando decidimos que ya está bien, que no queremos arrancar de nuevo, que no queremos dar otro paso, que en nuestra burbuja de confort todo irá bien. Mejor lo malo conocido que lo bueno por conocer, ¿verdad?

No sé cuál es el momento de decir basta, no sé si depende de una edad, de la paciencia o de lo que decidan los astros ese día; pero sí se que cada vez que una relación fracasa me juro y perjuro que nunca más va a volver a pasar. Intento grabarme a fuego en mi mente esa idea porque me siento subnormal. Me siento emocionalmente dependiente de los demás, me siento frágil, me enfado conmigo mismo y me convenzo de que si me ha pasado ha sido por mi culpa. Por eso me niego a que vuelva a ocurrir.

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Y de repente aparece alguien y recuerdo mis palabras: nunca jamás te va a volver a pasar, no vas a volver a caer en su juego, no vas a volver a empezar con la misma historia de siempre; y sin que tenga culpa ninguna le pongo mil barreras, mil excusas para huir de aquello que llaman compromiso, me convenzo de que estoy bien sola y que no quiero problemas, que es una pereza eso de volver a empezar de nuevo. En el fondo no tengo miedo a empezar otra historia, es más, me ilusiona; tengo miedo a que me vuelva a pasar lo mismo.

Hablo de amor pero podría hablar de dietas, de días en el gimnasio, de cambios de curro, de amigos nuevos, de clases nuevas, de caminos por descubrir.

¿Qué pasaría si todas aquellas personas que en su día fracasaron nunca jamás lo hubieran intentado? ¿Que sería de este mundo sin valientes que una y otra vez insisten en luchar por aquello que quieren? ¿Debemos permitirnos flaquear y tirarlo todo por la borda?

Yo creo que no. Que tenemos que luchar porque hay un papel en blanco que aún está por escribir y aunque la vida se empeñe en ponernos baches y reírse en nuestra cara, el curso de nuestra historia solamente lo podemos escribir nosotros. A mi me gustaría que al final del cuento escribieran: y por fin lo consiguió.

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Enamórate de nuevo, vuelve a cuidar tu cuerpo, a mimarlo, quiérete y lucha por aquello que más deseas. Sal de casa, apúntate a esas clases, haz el amor, declárate, sube montañas y compra billetes de avión. Quizá no sea hoy, quizá tengas que besar a muchos desconocidos y cambiar mil veces de acera porque alguien se ha reído de ti. Quizá la próxima vez seas tú la que conteste y digas con la voz bien alta: por fin lo conseguí. 

Imagen de portada: Photo by Ivan Karasev on Unsplash