Oye mona, yo creo que ya no, ¿no? Ya está bien de ir por ahí intentando agradar a todo hijo de vecino, ya es más que suficiente este comportamiento tóxico-asqueroso de fingir ser lo que no se es solo por miedo a lo que terceras personas puedan pensar, se acabó eso de adaptarse al medio para poder sobrevivir. Por tu bien, el de tu cabeza y el de tu corazón.

Y hablo en absolutamente todos los sentidos de la vida: desde ponerte algo que no te gusta, hasta modificar tu cuerpo, pasando por usar ciertas prendas que directamente son incómodas; desde fingir ser alguien que no eres, hasta hablar de temas que no te gustan ni interesan, pasando por asentir cuando en realidad quieres reventarle la cabeza a media mesa; desde sonreír cuando no te apetece, hasta guardarte las lágrimas cuando quieres llorar, pasando por suprimirte tanto que al final ya no sabes ni quién eres.

También hablo de todas las situaciones: en el trabajo, en las comidas con familiares, cenas con amigos, tu propia casa, la cola del supermercado, la conversación con un señoro en la barra del bar, la espera antes de que empiece la misa y todo el largo e infinito etcétera que forme parte de tu día a día o de tus días extraordinarios.

Poco a poco lo estamos consiguiendo, pasito a pasito las mujeres estamos quitándonos las cadenas, estamos empezando a volar, estamos comenzando a dejarnos ser nosotras mismas. Pero aún hay cosas que nos anclan a las normas sociales, aún quedan vestigios de la importancia que se le da a proyectar una imagen de mujer bien, aún nos importa más de lo necesario qué pueden pensar los demás de nosotras mismas. Y eso tiene que acabar ya.

Os lo digo yo, que soy la eterna bienqueda. Bueno, creo que ya tengo la licencia para permitirme decir ‘era’ y hablarlo en pasado. Es cierto que tenía una obsesión imperiosa que me lanzaba a querer caer bien a absolutamente todo el mundo, que me mataba por conseguir que todo el mundo me amase y me adorase, que no vivía si me enteraba de que a alguien no le caía bien.

Y queridas mías, si yo he salido de eso, vosotras también podéis. ¿Sabéis lo exhausta que me quedaba tras tratar de encajar en lugares que no eran los míos? ¿Sabéis lo doloroso que era llorar y sentirte una mierda gigante porque te habías enterado de que X persona te había criticado cuando en realidad ni te conocía? ¿Sabéis lo duro que es preocuparte por los problemas que tienen los demás contigo y olvidarte de los problemas que tienes tú misma?

Estoy en ello, no diré que he conseguido librarme por completo de esa parte de mí, pero supongo que no lo he hecho porque la siento parte de mi esencia. Soy una mujer simpática que le encanta caer bien, intento derrochar buen rollo y buenas vibraciones por donde paso, pero ahora ya sí que ignoro por completo a la gente que piensa ‘esta es una bienqueda, en realidad está amargada’.

me coméis todos el petete

O sea, bombón de chocolate blanco, te molesta que sea feliz y que sea simpática contigo, ¿no? Pues entonces el problema lo tienes tú, no yo. Y esto lo extiendo a las que somos demasiado simpáticas, demasiado bordes, demasiado tímidas, demasiado gritonas, demasiado guarras, demasiado puritanas o demasiado mujeres. Nos lo aplico a todas.

Sé como te salga del higo ser, quien te quiera querer, que te quiera bien y bonito, pero como eres. No dejes que lo que piensen seres humanos que ni forman parte de tu día a día te afecte. Es más, que no te importe ni lo que piensen las personas que tienes cerca. Escúchalas, pero si no crees que tienen razón, al campo a coger flores, mozos míos. Tú eres quién decide cómo quieres ser y nadie más, N A D I E  M Á S . 

Ámate, fuerte y sin piedad, cada parte de ti, hasta la que más miedo te da de enseñarle al mundo, justo ésas son las cosas que más de ti hablan, que mejor te definen, que más única te hacen. Déjate ser, estás preciosa cuando lo haces.