Vamos a hacer un experimento. Como hacías en los exámenes de inglés «Fill the blanks»: Yo con lo —————- que soy, no me puedo poner eso. Yo con lo —————- que soy no puedo hacer eso.

Si has completado las frases con palabras tipo: alta, baja, gorda, flaca, plana, tetona, morena, blanca… eres posiblemente de las mías, de las del club de ‘Señoras con la autoestima bajita tendente a la desaparición’. Yo siempre he admirado a aquellas mujeres -especialmente las entradas en carnes, por aquello de la identificación- que se vestían cómo querían. Se ponían lo que querían, incluído el mundo por montera. Pero yo no era capaz. ¿Cuántas veces has visto por ejemplo a una chica con una mini y te has dicho por dentro: “¡OLE la madre que te parió!» para acto seguido añadir «Yo soy incapaz» – Ese maldito pensamiento, esa puñetera coletilla.

¿A dónde quiero llegar con esto? Muy fácil, a que en muchas ocasiones el prejuicio, la censura está en nuestra propia mirada, en nuestra cabeza, siendo nosotras mismas las que nos ponemos los límites y nos auto censuramos. Sí, a ver, es verdad verdadera que uno o muchos de los motivos de que tengamos precisamente esa mirada es precisamente porque hemos vivido, sufrido en muchos casos, muchas otras. Comentarios hirientes, gestos, burlas o simplemente incomprensión. El mundo es malo y cruel. Muy cruel a veces, cierto. Vale, acepto barco como animal acuático.

mundo cruel
Pero es aquí donde nos toca plantarnos. Plantarnos por nosotras y para nosotras. Hemos asumido estos pensamientos como creencias, verdades absolutas, como realidades cuando son realmente juicios. Y los juicios se pueden desmontar. No sin trabajo, ojo, pero se pueden desmontar. Te lo dice la señorita ‘yo no sé dónde tengo el botón para cambiar’.

Y ese era mi fallo, pensar que se trataba de un botón. NIET. No es un botón, es un proceso. Es un proceso que se inicia con una decisión, la decisión de llevarlo a cabo. Un proceso en el que vas dando pequeños pasos, buscando pequeños refuerzos positivos y sobre todo cambiando, lo que los coaches llaman tu diálogo interno; a mí me gusta llamarlo ‘esa perra del desierto que te amarga la vida’. Sí, sí, tú y yo sabemos de quien hablamos. Esa BITCH interior, que cuando piensas en ponerte un vestido corto te despelleja viva recordándote todas y cada una de las imperfecciones de tus piernas, esa chunga de la vida que te dirá que tus tetas son demasiado grandes para llevar bikinis o demasiado pequeñas para el palabra de honor o el halter. Esa que te susurra sutilmente al oído cuando le miras que ‘Nena, no tienes nada que hacer. Olvídate y no hagas el ridículo’. ESA. ¿Es o no es una perra del desierto? Pues eso.

Y si piensas que soy exagerada, imagina conmigo: Coffee con tus amigas, y una de ellas pone a parir a otra. Tú inmediatamente piensas «¿pero eeeestaaa?¿De qué va? ¿A que la despellejo viva? ¿Cómo se atreve a decirle esto y hundirla de esa manera? ¡Vamos! ¡le saco los ojos!!» Exacto, te sale el momento choni-por-mis-amigas-MA-TO. Entonces querida, déjame que te pregunte ¿Por qué no haces lo mismo contigo y le sacas los ojos a tu perra del desierto particular? Te lo dejo para que le des una vueltita.

ajuste de cuentas interno

Mientras, te puedo contar pequeñas cosas que a mí me ayudan en mi proceso de mantener a la mía a raya:

1.  Arriba la pestaña. Todos los días, por sueeeeeño que tenga, me intentó poner mona. Una blusita cuqui,  hoy me pongo rímel, o brillito de color, o esos zapatos divinos… Te miras al espejo antes de salir y te dices: ¡coño, que mona! Importante: En alto. Para vuestra información y regocijo a mi costa diré que cada cierto tiempo escribo en mi espejo frases auto motivacionales y actualmente luce un «BUENOS DÍAS SEXY!» tamaño XXL. A mí me saca la sonrisa todas las mañanas y los chinos de mi calle encantados con mi consumo de lápiz de ojos de colores. Everybody happy.

2. Red Lip Power: yo no sé el efecto exacto en los demás, en mi es un «HO-LA-QUÉ-TAL-NE-NA!” Al principio no me terminaba de ver, pero oye me he vuelto adicta. Cuando me veo, me viene como un rollo femme fatale, que me pone y da como su poquito de subidón, seguro que a ti también.

labios

3. Cada vez que comienzo una frase con “Yo no…” o “A mí no…” Me paro en seco. A la perra del desierto le echo la mirada de ‘vas a morir y lo sabes ‘ y replanteo: “¿Qué es eso de yo no? ¿Yo no qué?»

4. Hago una lista con mis quejas, con lo que quisiera cambiar o que cambiase: ¿cómo puedo cambiarlo? Identifico lo que son excusas (que nos conocemos my friend) y lo que son barreras reales. Importante aquí no entrar en modo agónica de lo quiero todo aquí y ahora. Todo a la vez no se puede hacer y lo único que consigues es frustrarte y la sensación de «lo ves si yo no puedo» prioriza y poco a poco, hay tiempo para todas. Palabrita.

5. Me enfrento a mis limitaciones. «¿Yoooo con un vestido?» Pues este año el propósito de temporada es comprar al menos uno y PONÉRMELO (parte importante).

No te voy a decir que lo he conseguido, que he superado todas mis autolimitaciones. Sería mentirte y a las amigas se le dice siempre la verdad #ComoALasMadres. Pero ahí estoy, en mi proceso y una cosa sí te diré: en mi armario hay más de cinco vestidos ESTRENADOS y mi perra del desierto ladra menos, ¿qué vas a hacer tú con  la tuya?