Llega para quedarse. Porque te ha esperado demasiado tiempo, tanto que ya ni se acuerda.

Te dice que eres esa musa que sus ojos tienen la fortuna de ver y esa pureza por dentro que ojalá el resto supiese contemplar lo que vales, que eres única, que eres jodidamente genial y que ya se ha acostumbrado a ti. 

Te lo crees. 

Porque piensas que da igual el tiempo, que las cosas suceden y que cuando ocurren solo queda abrazarlas o no hacerlo. Y abrazas. Como si no hubiese mañana. Te has pillado y mucho. Y te sale esa sonrisa que tu también ves en él. Comienza ese baile que quieres que no acabe nunca. 

 

Y bailáis bajo la lluvia,

bajo el arcoiris y por toda una ciudad que parece estar hecha para cada momento que sucede.

No hay fotos porque tu memoria y parece que la suya están reteniendo todo. Estáis viviendo.

Qué mejor post que ese. Latís, latiendo. Así en gerundio.

 

Y en tu flote por la vida, 

de repente comienzan a no llamar a tu puerta,

a desaparecer y a aparecer de vez en cuando, con la excusa , el miedo y la prisa,

como si ya no existieses, como si ya no fueses.

No sabes qué ocurre. Preguntas y preguntas y no sabe, pero algo pasa.

Se va. Y no sabes.

Te cuestionas qué has hecho, qué ha ocurrido.

Y no te dan respuesta. Cada vez hay más km. Y aparece el pero.

No sé. 

No sé que quiero, no sé que me pasa.

No sé que ocurre. Y no ocurre nada, al mismo tiempo.

Todo en el aire, mientras el espacio es más grande y la ansiedad más fuerte.

 

Y de repente, entre la puerta entreabierta y el frío de un invierno que se acerca,

el amor propio te grita: yo si lo sé, sal corriendo.

Y quiérete.

 

Almudena