Quiero casarme, pero me da pereza

 

De los siete pecados capitales, creo que el de la pereza es el que más casa conmigo, aunque creo que peco con los otros seis de alguna que otra forma.

Así que, ese es el principal motivo por el que llevo prometida desde hace más de cuatro años: pura y dura pereza.

Pienso en arreglar papeles y se me cae el mundo encima. Quizá las que estéis ya casadas penséis que no es para tanto (sobre todo si sois chicas aplicadas, organizadas y a las que le hace ilusión arreglar papeles —o sea, masoquistas—), pero en el momento en el que te vas a casar con un extranjero (más concretamente con un británico, como es mi caso), la cosa se complica; y da igual que lleve viviendo en España desde hace más de veinte años, el papeleo es el mismo que si llevara veinte días.

Imaginaos el doble de papeles que te piden siendo español, teniéndolos que pedir a Reino Unido, teniendo que firmar una solicitud para pedirlos, teniendo que acudir a un notario para que autentifique tu firma, teniendo que enviarlos por correo (porque no vale con escanear los documentos y pedirlos online, ¡que estamos en el siglo XXI y no en el XXX, mujer!) y, cuando los recibes, teniéndolos que llevar a un traductor oficial. A esto hay que añadir que la validez de estos documentos es de seis meses, que pueden llegar a tardar tres meses y que cosas como el certificado de empadronamiento también caduca… Y que todos los organismos donde se solicita esta documentación ¡solo abren por la mañana!

Bueno, pues todo este trajín de papeleo lo iniciamos en el año 2020, con la mala suerte de que una puñetera pandemia mundial lo paralizó todo y todos nuestros esfuerzos fueron en vano. Así que, las pocas energías que teníamos para superar esa pereza, se nos agotaron antes de llegar a tramitar nada.

Y sí, pensarás que el amor y la ilusión pueden con todo (y no te quito la razón), pero parece ser que soy la única novia del planeta a la que le produce agobio, estrés, ansiedad y PEREZA el pensar, organizar, calcular y premeditar cada mínimo detalle de la boda. Y esto, en mi caso, pesa más que la ilusión.

Es que sigo pensando que no sé si me merece la pena… Total, ¿qué va a cambiar? Llevo con mi pareja casi nueve años, de los cuales seis han sido de convivencia. ¿Tanto cambia la vida un papelito?

La verdad es que lo que más ilusión me hace de casarme es pegarme un pedazo de viaje de quince días… Porque, seamos realistas, en ninguna empresa te dejan cogerte quince días de vacaciones seguidos.

Y ahora llegamos al segundo motivo de pereza: el dinero. 

Podéis pensar que soy una tacaña o todo lo que queráis, pero yo creo que soy realista con esto que voy a decir: la mayoría de parejas ven su boda como una inversión. Sí, sí, no es broma… He hablado con bastante gente que, cuando les digo que yo no tengo la clase de dinero que requiere la celebración de una boda me dicen: «¡Pero no te preocupes por eso! El dinero de la boda te lo devuelven con creces los invitados con sus regalos de boda». Y nosotros tenemos un problema: prácticamente no tenemos invitados. Me explico… No tenemos tan pocos invitados como para que nos salga «barato» invitarlos a nuestra boda, ni tenemos suficientes como para que nos paguen con creces el pico por el que nos puede salir la celebración (añadiendo además el problema de que los británicos acostumbran a dar regalos físicos y no dinero en las bodas). 

Porque sí, todos podemos sumar más de cien invitados si nos liamos a meter en la lista a primos y tíos con los que no tenemos ninguna relación o a vecinos a los que les damos los buenos días a diario, pero nuestro problema es que solo queremos celebrarlo con la gente a la que de verdad queremos y nos hace ilusión que vengan… y eso suma, apenas, treinta personas. Además, la mayoría de nuestros amigos son jóvenes y sin trabajo o con trabajos que les reportan poco dinero, así que ni puedo ni quiero pretender que me regalen para mi boda 100€ por persona (que es el promedio estándar de lo que cuesta el cubierto en este tipo de celebraciones).

Y sí, lo vuelvo a recalcar, quizá soy una egoísta, pero prefiero gastarme el dinero en pegarme un viaje por todo lo alto que en hacer una boda por todo lo alto, porque siento que las bodas las disfrutan más los invitados que los propios novios.

La verdad es que intentamos pensar en alternativas menos costosas pero bonitas, pero parece que cualquiera se nos escapa de presupuesto y, en algunas ocasiones, parece que en ningún sitio aceptan una boda con menos de cincuenta invitados.

Así que aún estamos barajando las posibilidades que tenemos y, de momento, la más tentadora parece ser el hacer una boda elopement (fugarnos) en el peñón de Gibraltar porque parece que es el lugar donde menos papeleo vamos a necesitar y donde podemos hacerlo todo lo más rápidamente posible, para así ahorrarnos quebraderos de cabeza.

Al final veo que me pillaré un vestido de novia barato por Shein, Aliexpress o Amazon y… ¡A tomar viento!

 

@caoticapaula