Mi pareja y yo nos cambiamos de ciudad hace unos años y dejamos lejos dos círculos amplios de familiares y amigos. Al principio establecimos el objetivo de conocer gente, pero las experiencias no fueron muy satisfactorias. Tenemos conocidos con los que salimos de vez en cuando, juntos o por separado, más toda la gente de nuestra ciudad de origen con la que aún estamos en contacto. Vamos mucho, así que los vemos con frecuencia.

He depuesto los intentos porque me he dado cuenta de que, realmente, no lo necesito. Al margen de vecinos con los que tengo muy buena relación, la falta de amigos íntimos aquí no me genera desasosiego. Directamente, no encajan en mi estilo de vida actual, y creo identificar los porqués.

1. El tiempo para cultivar nuevas relaciones es limitado

Una tiene muy asentadas sus rutinas, y la rutina es aliada cuando se trata de desarrollo personal y no se convierte en monotonía. Trabajas, haces ejercicio, ves una serie, lees un rato, comes, duermes… Si sumas a la ecuación pareja y/o hijos, peor me lo pones. ¿En qué momento sacas tiempo para estrechar una relación con alguien nuevo y que resulte significativa?

2. Estás menos dispuesta a aguantar gilipolleces

El critiqueo, el cotilleo, los comentarios sobre el físico o la indumentaria de otra gente o las opiniones machistas/racistas/xenófobas/gordófobas se los aguantas a algunos familiares y amigos de siempre con los que puedes discutir tranquilamente, o que tienen otras cualidades que compensan. Para estrechar lazos de amistad con alguien nuevo tiene que haber alta compatibilidad.

3. Estás más a gusto contigo misma

Has asentado tus aficiones y definido tus necesidades, que sabes cómo satisfacer. Te gusta dedicarte tiempo, algo que escasea. Además, una de las ventajas de madurar es que las expectativas se van readaptando y se vuelven más realistas. Si puedes pasar una magnífica noche de sábado en un restaurante chic y tomar un par de copichuelas después, bien. Si no, tan a gusto que te quedas en casa, te montas la sesión de cine y te levantas a dar un largo paseo a la mañana siguiente, sin resaca.

4. Te vas desprendiendo de las presiones sociales

Piénsalo bien: ¿de dónde surge tu necesidad de hacer nuevos amigos, en caso de tenerla? ¿De verdad no tienes ya relaciones de calidad en las que apoyarte en el día a día? A veces nos planteamos retos solo para demostrarnos a nosotros mismos o a los demás que podemos hacerlo, como hacer un grupo nuevo. Otras experimentamos necesidades repentinas a partir de la comparación con otras personas.

Tal vez has visto demasiadas fotos de presuntas amigas de fiesta últimamente. O gente de tu alrededor anda hablando mucho de sus planes y de su alta vida social, algo que a lo que atribuimos éxito. Pero cada cual tiene su propia idea de éxito.

5. Eres menos moldeable

En la adolescencia y primeros años de la veintena, una está a la búsqueda de su propia identidad y, por encajar, se vuelve amoldable. Hay gente que lo ve como que las personalidades se desdibujan por plegarse al grupo, yo no sería tan radical. Simplemente, estás más abierta a nuevas experiencias porque aún no sabes qué te gusta, andas probando. A medida que te autodefines, identificas necesidades y te alineas contigo misma, es más difícil ajustar tu compás al de alguien que “solo” es tu amiga.

6. Te vuelves más comprensiva y menos exigente

Esto no contradice al punto anterior, ni tampoco al número 2. A medida que una suma experiencias, se cura de espanto y adquiere empatía. Entiende mejor los contextos de los demás y se muestra comprensiva ante la falta de tiempo. Probablemente, porque tú también la padeces.

Te vuelves laxa con tus amigos y dejas de exigir lo que tú tampoco puedes dar. Se produce una relajación progresiva que llevará al enfriamiento, cuando todos sabemos que las relaciones generan tiempo y cierto esfuerzo. Como para hacer amigos nuevos.

Con todo, creo que nunca hay que cerrarse a la posibilidad de conocer a alguien compatible con la que compartir momentos y a quien apoyar, igual que al revés. Es bonito cuando pasa y no niego que se puedan hacer amistades a partir de los 35 que resulten más significativas que las de toda la vida. Pero siempre sin forzar ni sentirte mal si no lo consigues.

Esse