Casarte es una de esas cosas que la sociedad, junto con Mr. Walt Disney, nos mete en la cabeza desde bien pequeñas a las mujeres. Idealizamos ese día. Nos cuentan que será el más feliz de nuestras vidas. Y, si me permitís contaros un secreto, NO, no será así. O no siempre, vaya.

Será una avalancha de deseos no cumplidos, frustraciones y  errores que culminarán con una (eso sí) súper fiesta con tu familia y amigos. 

Las primeras “sorpresas” empiezan cuando comunicas a tus amigas que te casas. Sus reacciones pueden ser de lo más variopintas: 

 

La que ya está casada:

Sin que te des cuenta se pondrá a hablar de su boda y te quedarás pensando: ¡Oye, que quien se casa soy yo! Te pasará toda la información de su boda. Querrá que vayas a ver el lugar donde se casó ella y que te mires el vestido dónde lo hizo ella. No te enfades, es su forma de demostrarte que te quiere.

 

La intensa:

Se alegrará tanto por ti que querrá ser tu dama de honor, organizar tu despedida y, si le dejaras, te acompañaría ella misma hasta el altar. Será tu máxima aliada en los momentos de estrés. 

 

La egocéntrica:

Esa que, a la que le dices que te casas, aún no ha terminado de felicitarte que  ya está abriendo la aplicación de Pinterest y enseñándote la carpeta de vestidos de novia para su boda de invierno. Para más inri, no tiene ni pareja. 

 

La dramática:

Se alegra por ti y te felicita pero, sin saber ni cómo ni cuándo ha pasado, te encuentras consolándola porque ella nunca encontrará a alguien especial y nunca se casará. Lo bueno de esta situación es que el vino que pedisteis para celebrar tu compromiso servirá para ahogar sus penas.

 

Como habrás visto, nada saldrá cómo esperas, puede salir mejor o peor, así que mi consejo es: ¡Pasa de todo! Disfruta al máximo del día con tus amigas, hermanas y familia  pero, sobre todo, bebe y baila muchísimo.

¡PORQUE NO, UNA NOVIA BORRACHA NO ES HORTERA!

 

Georgina Viñals