Antes de que se acabara el mundo como lo conocíamos, siempre alucinaba con los cuerpos de seguridad del estado, eran los que entraban primero a los lugares y una vez estaba todo asegurado y perimetrado podíamos entrar otros cuerpos como el sanitario. Había gente realmente buena y de buen corazón, muy maltratada por la opinión de la sociedad. Comprendo que eso acaba haciendo mella en el corazón de cualquier persona mínimamente sensible.

  • Hay un concierto en una sala de conciertos – me dijo mientras se encendía un cigarro.
  • ¿Aún hay de eso?
  • Sí, muy poca gente lo sabe. Es que aquí me entero de todo. Vamos a ir unos cuantos – echaba el humo a un lado para no darme en la cara sin dejar de mirarme.
  • ¿Género?
  • Te va a encantar, todo lo que pega con: rock, metal, pop-rock, rock-alternativo, post-grunge, rock indie,…
  • Dios…
  • ¡Yeah!

Para decir que no. Si aún quedaba música, es que el mundo aún no se había acabado.

Evidentemente no eran conocidos, pero la música era realmente buena, la acústica, las luces, el ambiente, se lo habían currado. Tenía intención de beber hasta perder el conocimiento, aunque se quedara sólo en intención. Mark y yo nos fuimos a la barra a meternos unos chupitos de tequila. Se reía mucho, porque mi tolerancia al alcohol era nula. Me miraba sonriendo, apoyado en un taburete y con sus manos juntas, cerca de su miembro viril. Le divertía aquello. Mark pagó al camarero con unas monedas, quedaban 4 chupitos más, pero ya no íbamos a pedir más, no podría con ellos, él sí. Se los bebía sin problemas y sonreía maliciosamente “yo puedo y tú no”.

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Nos fuimos a seguir disfrutando de la música, saltar, bailar, cantar,… tocaban canciones propias y canciones de grupos que ya no existían, pero muy conocidas. Estábamos con un grupo de colegas de Mark y las amigas o lo que fuera de estos. Le dije que me iba al baño un segundo. No lo veía, pero sentía su mirada felina clavada en mi nuca, vigilándome en todo momento. Me empezó a seguir.

Cuando me quise dar cuenta me estaba empotrando en el cuarto de baño. Estaba a horcajadas delante de él, me sujetaba las caderas y me daba fuerte contra la pared, mientras me besaba el cuello. Busqué su boca, me metía la lengua y yo a él, mientras me sujetaba a su cuello. Podría gritar lo que quisiera, había tanto ruido por la música que nadie me oiría, ni a mí ni a él, como me embestía y jadeaba fuerte cada vez.

Tuve un orgasmo brutal y él también, tuvimos unos segundos de relativo silencio mientras se acabó una canción y empezaba otra, en la que nos mirábamos a los ojos sin decir nada. Empezó una canción algo más tranquila y nos volvimos a poner la ropa en su lugar. Me cogió de la mano y salimos de aquel pequeño cuarto de baño. Otras tías nos miraban, como si fuéramos los primeros o los últimos que echábamos un polvo allí.

Aunque la fiesta seguía, ya estaba empezando a decaer, ya estaba todo hecho allí. Era muy tarde, nos quedamos en ropa interior, nos metimos en la cama y tal cual nos quedamos dormidos.

Sonó el despertador de Mark, lo apagó de un tortazo y siguió durmiendo. Eran las 12 o así cuando se despertó el primero de los dos, no sé quién fue, fue casi a la vez. Qué más daba todo, él era su jefe, nadie sabía si tenía que ir esa mañana o iba a hacer trabajo de campo, y a mí no me esperaba nadie. Ibuprofeno y mucha agua.

Se había abierto la veda de sexo otra vez. La habitación estaba en penumbra. Estaba detrás de mí abrazándome. Me puso boca arriba.

  • Mark…
  • Tshh, tshhh, tshhh – dijo mientras ponía el dedo en sus labios haciéndome callar – no voy a hacer nada, no te voy a quitar ni las bragas. Déjame hacer, si no te gusta sólo tienes que decirme que pare y paro.

Había tanta literatura amateur sobre lo que significaba parar o no. En los últimos días parecía que se necesitaban manuales para retrasados, no era lo mismo un “¡PARA MARK!” que un “oh, sí, para, sí, sí, no, no, sí”. Pero parece que había gente que necesitaba que le dijeran que parar era parar siempre, y así evitar confusiones, que me parecía bien, claro… pero…

Estaba sólo con las braguitas negras puestas. Me gustaba la ropa interior negra, era muy blanca y resaltaba mi piel. Se quitó los boxers y estaba muy duro ya, empezó a masturbarse entre mis piernas con la mano derecha y la mano izquierda en el colchón al lado de mi cuerpo. Entonces cogió mis braguitas por abajo y las ladeó un poco, sentí sus dedos rozándome cuando lo hizo.

Puso su glande ya húmedo en la entrada de mi vagina, lo movió por mi coño un rato, arriba y abajo, me masturbó el clítoris con él, mientras seguía meneándosela, hasta que se acomodó sobre mí y me penetró. Estábamos tan húmedos los dos que fue muy sencillo, sentí como resbalaba. Le miraba excitada con la boca semi abierta mientras me penetraba. Sentía mis bragas ladeadas, en mi ingle. Sentía su cuerpo, grande, poderoso, masculino, encima de mí. Su mirada. Me repitió “ssshh, no pasa nada, voy a terminar enseguida”. Terminar significaba eyacular, no paraba de pensar en eso.

Unos gemidos dulces salieron de mis labios, así era mi orgasmo, dulce y se corrió él también. Sentía contracciones en su cuerpo, como eyaculaba, como me estaba llenando y marcando. El olor de mi humedad y de su semen. Salió el muy cabrón, y me puso las bragas en su sitio, como si no hubiera pasado nada. Pero yo estaba llena ahora.

Fragmento de Bionic Systems, 4ta mini-novela dentro de “Todas las Estaciones de la madrugada” de Minah Stahl

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