Ojalá pudiera cambiar el deseo que siento por él, la sed que despierta en mí. Todas las noches cierro los ojos y me acaricio imaginando que son sus manos las que tocan cada centímetro de mi piel. Sé que es una maldita locura porque mis sueños no son dulces y apasionados, sino perversos, feroces y salvajes.

El olor a mar y el calor de la arena húmeda me recuerdan a él y a esos veranos en el que lo veo y me estremezco con su mirada. Siento que el calor invade mi cuerpo cuando lo percibo y me propongo mirar hacia cualquier otro lado, al mar, al chiringuito o a mi cuaderno de escritura, pero lo cierto es que está tan sexy que el corazón me late a mil por hora. Me arde la piel y fantaseo con saborearlo y poseerlo. No dejo de mirarlo mientras se dirige hacia mí, acompañado de una mujer con la que siento que ha tenido algo más que palabras, posiblemente una mamada en cualquier espigón de la playa.

De repente, estaba en frente mío esbozando una sonrisa alegre y tensa. Acercándose cada vez más, mientras pronunciaba mi nombre de forma tan sensual que sentí que no había nadie más allí. No sabía cómo eliminar la intensa situación de deseo. Lo único que anhelaba era tocarle y besarle apasionadamente. Fueron tan solo unos segundos, pero para mí se detuvo el tiempo.

Lo conozco porque veraneo en el pueblo donde reside, tenemos amigos en común y nos seguimos en las redes sociales. Pero nunca le he contado a nadie lo que él provoca en mí y por supuesto, jamás me atreví a escribirle.

Tengo debilidad por él, pero sumergirme en esa tentación no sé si es un error.

Tras el encuentro fortuito, estoy exhausta y acelerada, me humedezco los labios y suspiro. Sé que tengo que volver a casa, pero él ocupa mi mente. Estoy acalorada y demasiado excitada. Sé lo que quiero, más bien lo que necesito. Así que me dirijo a la playa, es de noche, el mar está calmado, me tumbo en la arena y lentamente me levanto la camiseta y el sostén. El sonido de las olas se sincroniza con mis caricias suaves al principio y luego con más fuerza.

Mis manos agarran mis pechos y me pellizco los pezones dejando caer un agradable gemido. Separo las manos de mis pechos y me subo la falda, deslizo las manos sobre mis caderas y despacio paso dos dedos por encima de mis bragas, totalmente mojadas y resbaladizas.  Cierro los ojos mientras mis dedos tocan mi inflamado coño, palpito y me muerdo el labio inferior a la vez que introduzco dos dedos en mi interior. Jadeo imaginándome a él desabrochando su pantalón y sacándome su grande y erecta polla. Mis dedos se humedecen sobre mi clítoris y puedo visualizar el sonido de mi piel contra su piel, gimiendo.

No puedo parar, aprieto mis dedos contra mi interior y con un dedo acelero las caricias alrededor de mi clítoris, al tiempo que pienso en su olor, su boca… Lo imagino dentro de mí, mientras gimo, la desesperación me domina, siento como mi coño presiona mis dedos y estoy cerca, muy cerca y quiero estallar.

Me falta el aliento y siento como me estremezco a la par que imagino su voz susurrándome – quiero que te corras, vamos, córrete- Y esa voz se apodera de mí, me aferra mientras me toco con más premura. Gimo y me muevo, disfrutando de ese placer descontrolado. Y entonces, por fin, estallo, mi orgasmo me rompe en pedazos y resuena entre el sonido de las olas del mar.

Estoy agotada, relajada y giro la cabeza a los lados mientras pienso en lo ardiente y erótico que hubiera sido estar con él aquí. Lo deseaba. Me reincorporo para vestirme. La verdad es que es muy tarde, me apresuro cuando mi teléfono empieza a sonar. Es un mensaje directo de Instagram, lo abro y no me lo puedo creer…

¡Era él!

@mireiaribeiro_