Mi marido y yo habíamos caído un poco en la monotonía después de tener a nuestra hija, así que decidimos abrirnos a probar cosas nuevas.

Él me había comentado que le daba mucho morbo y placer el sexo anal, pero yo siempre lo había visto como algo sucio (ya me entendéis, no muy higiénico) por lo que nunca había dado el paso para probarlo. 

Hasta que el otro día, mirando juguetes eróticos en una página web, vi una «bomba de limpieza». Según leí, servía para limpiar la zona y así no encontrarnos con situaciones desagradables. Sé que no es necesario usarlo, pero era algo que me daba bastante reparo, así que decidí comprarlo y ver qué tal iba. 

Anoche pensé que era un buen momento para probar el sexo anal, así que seguí las instrucciones e hice el lavado. Me puse un picardías rojo que me hacía buen tipo y un buen escote, que por cierto, también estrenaba ese día. 

Le escribí un mensaje a mi marido y le dije que viniera a la habitación a ayudarme a doblar ropa.

Cuando entró se quedó boquiabierto y me miró de manera lasciva. Normalmente no le hacía sorpresas de ese estilo. Empezamos a besarnos y acariciarnos por encima de la ropa, le besé el cuello y sus manos se deslizaron por debajo del picardías para acariciar mis tetas. Le desabroché el pantalón y acaricié por encima del calzoncillo su erección, estaba ya dura y por cómo me besaba, deseando darme caña. 

Me tiró sobre la cama y me apartó el tanga, cogió su polla, la deslizó entre los labios rozando mi clítoris y encaminándola para penetrarme. Lo paré y saqué del cajón de la mesita un lubricante. Se quedó un poco parado y sin dejarle demasiado tiempo para pensar, se lo eché y la acerqué a mi ano.

   – Hazlo con cariño, que no me arrepienta de querer probarlo. – Dije sonriendo, mientras él levantaba las cejas con asombro. 

   – Me muero de ganas de probarlo contigo, lo haremos hasta donde tú quieras, ¿de acuerdo?

Empezó a meterla poco a poco. Noté una sensación extraña, al principio no me acababa de convencer, pero a medida que aceleraba el ritmo, empecé a experimentar una sensación diferente a todo lo conocido, pero muy placentera. Abrí de nuevo el cajón (sí, me compré media tienda en rebajas de la web erótica) y saqué un vibrador. Iba cogido al pene y huevos y servía para hacer doble penetración. Dudé en cogerlo por el miedo a que me hiciera daño, pero en cuanto se lo puse y me penetró con su polla por el ano y el vibrador por el coño me di cuenta que era el tamaño perfecto. 

No sabría cómo describir bien la sensación, tenía la piel erizada y estaba sintiendo el doble de placer. Aceleró el ritmo y yo acerqué mi mano para acariciarme el clítoris en círculos. Noté un cosquilleo recorriendo la zona, cada vez más notorio, hasta que no pude más y mi cuerpo sucumbió llegando al clímax. 

Él se me quedó mirando alucinando con que me hubiera gustado tanto la experiencia. Aceleró el ritmo y en unos segundos, también se corrió.

Quizás no sea una práctica que vaya a querer hacer todas las veces en las que nos acostemos, pero si tengo claro que será una práctica que volveré a repetir, ¡me ha encantado, adiós prejuicios!

Oaipa

 

Lee aquí otros relatos eróticos