Muchas veces esperamos que llegue el momento correcto, la fecha señalada, el lugar idóneo y la persona adecuada para hacer algo especial.

Con tener la persona adecuada es más que suficiente y si quieres algo único y especial, ¿Porqué esperar a San Valentín o fechas marcadas en el calendario?

La vida es hoy y lo único que tenemos asegurado es el ahora, ¿Por qué no hacerlo único e irrepetible? Celebremos el amor, el real, sin etiquetas ni días prefijados donde decir te quiero y llevar unas rosas, sintámonos vivos hoy, no lo dejemos para mañana, que quizás sea tarde.

Decidí que el día 20 de enero, era una buena fecha para celebrar el amor, no era San Valentín, ni ningún día importante, pero lo iba a hacer especial.

Alberto y yo éramos de esas pseudoparejas donde uno de los dos, en este caso él, tenía miedo al compromiso y odiaba las etiquetas. Habíamos acordado un pacto de fidelidad, no estaríamos con terceras personas y si en algún momento sentíamos que queríamos hacerlo, se lo diríamos al otro.

Habíamos quedado en su casa, y yo aparecí con una mochila grande, se quedó mirándome y bromeó con si llevaba un muerto en la maleta y necesitaba ayuda para deshacerme del cadáver, a lo que le dije, que más bien llevaba el material para cometer un crimen carnal. No pudo evitar reírse.

Tras cenar algo rápido, él se dispuso a fregar los platos y recoger la mesa, mientras tanto me fui rápido a la habitación y empecé a sacar todo el armamento.

Saqué una cajita con velas pequeñas rojas y blancas y las puse en forma de corazón encima de la cama, también repartí pétalos por toda la cama. Dejé un baúl encima de la mesita de noche y encendí las velas. Saqué el móvil del bolsillo del pantalón y lo conecté con el altavoz.

Justo había terminado cuando escuché que iba al baño. Cogí un móvil y puse a reproducir la playlist que había preparado para el momento. 

Entró en la habitación, ya a la luz de las velas, sonaba el estribillo de la canción de Algo más de La Quinta Estación: «Es darte un beso cada noche, que tus manos me enamoren y que lo nuestro crezca cada día más, porque somos algo más».

Su cara al abrir la puerta fue épica.

  • ¿Cómo has preparado todo esto tan rápido? ¿Era esto lo que llevabas en la mochila? Que bonito

 

Asentí con la cabeza y me acerqué a él para darle un beso y cogerle de la mano.

Nos acercamos a la cama y vio al lado el baúl, lo abrió, dentro había una carta. La abrió y empezó a leerla:

«Hola Alberto! Estarás flipando y pensando, ¿Hoy es un día especial y me he olvidado? Te voy a dar un alivio: No, no es ningún día señalado.

Ya sabes que nosotros no celebramos ningún día ya que no somos oficialmente pareja, pero necesitaba gritar a los 4 vientos que te quiero muchísimo y eres muy importante para mí. Me da igual que no tengamos fecha, ni que hoy sea un día normal y corriente, voy a hacer de este día un día especial, un día que recuerdes incluso cuando pasen los años, te amo, sin etiquetas, ni fechas, gracias por aparecer en mi vida»

Me esperaba un gracias, yo también te quiero mucho y un beso de esos dulces y apasionados, pero me sorprendió a mejor. 

Se abalanzó sobre mí, me besó y me abrazó muy fuerte, sin separarse de mí y nos fuimos moviendo al ritmo de la música, cuando fui a darle un beso, me di cuenta que estaba llorando de felicidad.

Rápido me volvió a abrazar, era una persona que le costaba demostrar sus sentimientos. Volví a insistir, le sequé las lágrimas, dándole un beso.

  • Te quiero muchísimo, de verdad. Gracias por todo, estoy… que no tengo palabras .- Dijo con la voz entrecortada.
  • Yo también te quiero mucho, y con esta reacción me has demostrado que lo nuestro es mucho más que algo sexual. Aún y con eso, quiero tener otra sorpresa más contigo, espera un momento.

 

Abrí la mochila y cogí un antifaz y un pañuelo de tela.

Le señalé la cama para que se sentara, le até suavemente las manos y le tapé los ojos.

Cambié la música a música más subida de tono y le dije que se relajara unos segundos.

Quité las velas de la cama y me cambié rápido de ropa, me puse un traje de colegiada con una corbata y una faldita corta.

 

Saqué fresas de la mochila, pasé una por los labios, le dio un bocado y saboreé sus labios.

Cogí el sirope de chocolate y me unté un poco de chocolate en el dedo y un poco más en los pezones.

Mi dedo rozó sus labios y abrió la boca y succionó mi dedo, lo extraje poco a poco y acerqué uno de mis pezones, cuando lo noto, empezó a succionar suave, y a lamer alrededor del pezón.

Cogí un bote de nata y le bajé poco el pantalón hasta que asomó por encima su polla y se la unté. Me puse de rodillas y mi lengua fue jugando a lamer la nata que había, me la metí entera en la boca, hasta que noté una pequeña arcada, me encantaba la sensación de ahogarme con su polla.

Después me subí a horcajadas encima de él y le desaté las manos para ponerlas encima de mis tetas, mientras introducía su polla dentro de mí.

Estaba muy excitada y enseguida empecé a gemir, estaba al límite y él, al tener los ojos tapados, se le agudizaron los sentidos y en pocos minutos, ambos nos fundimos en la sensación de placer más intensa.

Le destapé los ojos y le besé, no necesitaba que dijera nada más, le había encantado la sorpresa y en ese preciso instante lo supe, nos queríamos mucho más de lo que habíamos imaginado.

 

Oaipa