Hace un par de meses que me puse a dieta. No fue por agradar a nadie, ya que seguía teniendo éxito con mi cuerpo serrano, lo hice por mí porque no me sentía bien conmigo misma.

Me puse en manos de una nutricionista y un entrenador personal. Nunca he tenido fuerza de voluntad y pensé que de este modo, me obligaría a seguir esforzándome y estar estupenda en unos meses.

Mi entrenador se llama Diego, es un chico alto, musculado, guapetón y moreno, vaya, el típico entrenador cachitas que te encontrarías en el gimnasio y encima, guapo.

A medida que fue pasando el tiempo, Diego comenzó a hacerme piropos del plan «qué guapa estás hoy» «vaya cuerpo se te está quedando» «vas a volver locos a todos los chicos».

Yo al principio pensaba que eran piropos totalmente amistosos, pero hace unos días noté cómo me miraba el culo cuando me agachaba y que me sonreía más de lo normal. Cómo estoy soltera y sin compromiso, decidí hacerle algunas miraditas y tener un poco más de contacto físico con él, como por ejemplo acariciarle el brazo al llegar, abrazarle con la excusa de que estaba muy cansada y hacerle alguna broma «picarona».

Supongo que acabó captando las indirectas, porque la semana pasada me propuso vernos una noche para tomar algo en el nuevo pub que han abierto con la excusa de que nadie se animaba a ir con él, ya que todos sus amigos tenían hijos y no les apetecía salir de noche.

Le dije que sí y quedamos la noche siguiente.  Aparecí con un vestido rojo cortito y muy sugerente, con un escote de esos que como te muevas se te sale todo.

Su rostro se le iluminó por completo al verme y como no, me pegó un buen repaso visual nada más llegar. No era muy disimulado con esas cosas y francamente, a mi no me molestaba en absoluto, al contrario.

Tomamos algo y nos contamos un poco nuestra vida, nuestras ambiciones, ilusiones y todo lo que nos motivaba. Nos quedamos callados por unos segundos, tras los que dijo:

   – Puedes acercarte más a mí, eh, no muerdo.

   – No sé yo, eso habría que verlo, yo no me fío aún de ti -. Le dije guiñándole un ojo. 

   – Bueno, no muerdo, pero si quieres podemos ayudarnos mutuamente a bajar los cubatas que nos hemos bebido, eso o tendremos que hacer sesión doble de entrenamiento el jueves, tú decides.- Dijo en tono burlón.  

   – Pues los jueves antes hago inglés, así que tendrás que ayudarme a bajar estos cubatas, ¿Alguna propuesta? A mí lo de salir a correr a estas horas no me va mucho.- Dije haciéndome la inocente.  

Se echó a reír y sin más dilación me plantó un beso. Besaba genial, tenía unos labios carnosos y grandes y se notaba. Los besos fueron cada vez más largos e intensos. Empezó a subir la temperatura del ambiente y no era el lugar adecuado para ello, así que nos fuimos a mi casa ya que vivo a dos calles de allí.

Subiendo en el ascensor nos comimos a besos y me empujó contra el espejo, agarrando mis brazos en alto. Sus labios recorrieron mi cuello para bajar por mi canalillo. Se acercó más aún a mí y rozó su paquete con mi cuerpo, no sabía que tenía entre las piernas pero os juro que me mojé entera al notar lo que tenía entre las piernas. Escuché su aliento entrecortado en mi oído, estaba a mil, necesitaba más y lo necesitaba ya.

Abrí como pude la puerta de la casa y nos fuimos quitando la ropa como si nos fuera la vida en ello, de tal manera que en menos de un minuto estábamos casi desnudos en mi habitación.

Me arrancó el tanga casi a mordiscos y me lanzo sobre la cama, se puso encima mío y nos besamos, mordisqueamos y lamimos intensamente. 

Se incorporó y fue a buscar un preservativo, me miró para buscar mi aprobación y viendo que sí, se lo puso y se colocó entre mis piernas, dirigiendo su erección hacia mi vagina.

Entró primero suave y fue aumentando la profundidad y la dureza de las embestidas. Se notaba que se dedicaba al ejercicio físico, estaba dándolo todo y se le veía súper entero, sin sudar ni una gota en pleno verano.

Follamos con mucho desenfreno, como si fuera el último polvo y hubiera que acabar extasiados de tanto placer. Le dimos un buen repaso al Kamasutra: El misionero, a cuatro patas, contra la pared, yo encima de él, sentados… Me corrí dos veces y cuando él me dijo que se iba a correr, contraje los músculos de la vagina y noté como le palpitaba la polla al correrse, fue brutal.

No había pensado que nos tendríamos que volver a ver cómo «entrenador-alumna«, espero que esto no interfiera y a poder ser, repitamos para bajar los cubatas que me quiero tomar este verano.

Oaipa

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