Mi pareja y yo siempre habíamos tenido ganas de tener una experiencia de este tipo, pero yo era reticente. Una mezcla de miedo e incluso vergüenza. Por su cumpleaños me pidió que fuésemos a un pub de intercambio y le di el capricho.

Al entrar todo se parecía bastante a un pub normal, nos pedimos una copa y nos sentamos en unas mesas bajas con unos sillones. Estaba nerviosa pero viendo el ambiente y al acabarme la copa ya estaba más relajada.

Cuando pedimos la segunda, una pareja se acercó a nosotros y nos preguntó si podían sentarse a tomar algo, pidieron una botella de champagne  y empezamos a charlar. 

Se presentaron como Máximo y Lucía, nos dijeron que solían venir por este pub y que no nos habían visto nunca. Le contamos que era nuestra primera vez y en ese momento pude ver como la mirada de Máximo se volvía más chispeante y empezó a repasarme con la mirada más intensamente que antes y yo en vez de avergonzarme empecé a sentir como me nacía la excitación en el vientre, mezcla del champagne y de ver como con su mano le tocaba de forma ascendente el muslo a Lucía.

Cuando nos acabamos la botella, se acercó a mí y me ofreció su mano a la cual me agarré sin titubear. Dejamos a mi marido y a Lucía allí sentados muy acaramelados.

Anduvimos con nuestros dedos entrelazados por un pasillo que estaba al fondo del pub y entramos en una habitación de la cual él llevaba la llave.

La habitación estaba decorada en tonos morados y había una cama en el centro.

Yo estaba bastante nerviosa, pero nada más entrar Máximo me dio la vuelta y se pegó a mi espalda, bajándome la tiranta del vestido, repasó el camino que va desde mi hombro hasta el lóbulo de mi oreja haciendo que mi piel se erizase con esa caricia.

-Te prometo que después de esta experiencia, querrás repetir, no estés nerviosa– me dijo con voz ronca

Me volvió a dar la vuelta para besarme en la boca y al sentir el roce de su lengua con la mía no pude evitar emitir un gemido. Esto hizo que se pegara a mí y pude sentir su erección en mi cadera.

Se sentó en la cama y colocándome entre sus piernas empezó a desnudarme lentamente, acariciando cada parte de mi cuerpo. Cuando me tuvo completamente desnuda, empezó a acariciarme los pezones primero con sus manos y después con la boca y la cabeza empezó a darme vueltas, creo que lo notó porque tuve que sostenerme en sus hombros.

Repasó con sus dedos todo mi sexo, y sonrió orgulloso de sí mismo al ver lo mojada que estaba, esto me molestó un poco porque yo también quería que él se sintiera así. No sé de donde saqué el descaro pero me aparté y le pedí que se pusiera en pie y le desnudé.

Con mis manos le recorrí el torso y los abdominales hasta llegar a la piel suave de su erección. Sonriéndole me puse de rodillas, se la repasé con la lengua y mirándole a los ojos me la metí entera en la boca, él emitió un gruñido de placer y me agarró del pelo para guiarme.

A los pocos minutos se retiró y me volvió a ofrecer su mano para que me levantara. Me tumbó en la cama y sin mediar palabra, puso la boca en mi sexo, recorriéndolo entero con su lengua y deleitándose con mi clítoris, introdujo dos dedos dentro de mí y el orgasmo fue inmediato. Casi no habían cesado las contracciones de las paredes de mi vagina cuando me dio la vuelta y tras ponerse el preservativo rápidamente me penetró.

No fue suave, entraba y salía con fuerza y empezó a la vez a acariciarme el clítoris mientras seguía con las embestidas. Empecé a sentir como en el bajo vientre volvía a crecerme aquel remolino que se convertiría en orgasmo, un orgasmo brutal que aumentó al agarrarme del pelo y besarme y sobre todo al notar como él se tensaba llegando a su clímax también.

Después de esta experiencia solo puedo decir que Máximo tenía razón; quiero repetir.

 

Toñi Delgado

 

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