Fuimos al Tibidabo y nos calentamos en la Noria.

 

Hace unos meses conocí a Diego y la atracción física fue instantánea por ambas partes.

Me encantó su look desenfadado, mirada seductora y con muchos tatuajes y piercings; Un chico de esos que los ves y dices, este tiene pinta de ser un malote, vaya, de los que nos gustan a muchas chicas. 

Lo mejor de todo es que cuando lo conocí mejor me di cuenta que era todo fachada; es un trozo de pan, súper atento, cariñoso, comprensivo e inteligente. 

Lo que si tiene y ya aparentaba tener, es que le encanta el sexo, todos los días y si fuera por él, a todas horas, yo diría que incluso casi rozando la obsesión. 

 

El fin de semana pasado fuimos al parque de atracciones del Tibidabo, le encantan las emociones fuertes y era el que nos quedaba más cerca. 

Subimos a muchas atracciones y casi al final del día, fuimos directos a la Noria, estaba casi anocheciendo y me pareció que podría ser un momento romántico. 

Tibidabo

La noria del Tibidabo comenzó a subir y a mí me dio un poco de vértigo.

   – Anda ven, que te veo un poco nerviosa.- Dijo acercándose y abrazándome. 

   – Es que imagínate que nos caemos de aquí, no puedo casi ni mirar abajo.- Dije con la mirada hacia arriba. 

   – ¿Abajo a dónde, a mi paquete?- Dijo con tono burlón guiñándome un ojo. 

   – Si la tienes dormida, que paquete ni paquete.- Le dije medio riéndome.

  

Sus labios fueron directos a mi cuello y mi oreja. Corría el airecito y se me puso la piel de gallina al recorrerme un pequeño escalofrío, mientras sus labios siguieron bajando por mi cuello hasta detenerse en la línea del escote. 

   – ¿Estás segura de lo que dices? Creo que tendrías que hacer una pequeña comprobación.- Dijo colocando mi mano encima de lo que ahora si era un señor paquete.

   – Tengo dudas acerca de la mercancía que contiene este paquete, me va a tocar indagar más a fondo.- Dije mientras metía mi mano disimuladamente dentro de su calzoncillo.- Interesante, parece que “alguien” aquí se ha despertado. 

   – Podrías darle los buenos días con un beso, le encantan tus labios.

Tibidabo

Nos quedamos mirándonos con esa mirada cómplice que tanto nos caracteriza y justo después miramos a los lados, era bastante tarde y se estaba haciendo oscuro, así que no había nadie en las cabinas que teníamos más cerca. 

 

Aparté un poco su ropa y succioné y lamí su erección disimuladamente y la volví a tapar; bajó mi escote y me amasó las tetas jugando a la par con ellas y mordiéndome suavemente los pezones; una de sus manos bajó por mi torso hasta llegar al tanga, donde se detuvo para acariciar mi clítoris por encima e introducir uno de sus dedos dentro de mí. 

   – ¡Diego, que nos van a pillar!- Conseguí decir entre jadeos. 

   – ¡Qué disfruten de las vistas entonces!

Se agachó un poco más y me pegó un par de lametones de arriba a abajo entre los pliegues de mi sexo y yo cerré los ojos para disfrutarlo más, hasta que me dijo:

 

   – Cariño, vamos a tener que seguir en otro sitio, estamos a punto de llegar abajo.- Dijo con una sonrisa picara mientras se chupaba el dedo con el que había jugado entre mis piernas.- Sabes muy bien y quiero comerte entera. 

 

Bajamos sonriendo como dos niños malos que han estado haciendo travesuras y no los han pillado, habiendo experimentado el morbo de que te puedan ver en una noria haciendo manitas, sin duda una experiencia para el recuerdo.

 

Oaipa