Relato erótico: Sexo en público en un spa

 

Andrea quería hacerle a Jaime un regalo muy especial para su primer aniversario juntos, pero lo que no sabía es lo sumamente especial que iba a resultar el día.

Como su presupuesto era bastante limitado, ya que llevaba en paro varios meses, se decantó por buscarle una experiencia en Groupon. Compró un pase para dos personas en un spa de la costa, con cena y masaje de quince minutos incluidos, creyéndose el colmo de la originalidad, aunque pronto descubriría que este suele ser un regalo de primer aniversario bastante típico.

A Jaime no le parecía tan buen regalo eso de meterse en aguas termales en pleno mes de agosto, pero cuando su chica le mostró el cupón de regalo con esa sonrisa orgullosa y esos ojos tan brillantes, los suyos se prendieron con la misma ilusión.

Cuando llegaron al spa, se encontraron con la grata sorpresa de que estaba medio vacío, y pensaron que esa era la clara consecuencia de que hubiera abierto hacía relativamente poco y de que estuvieran en verano.

Así fue como aquella experiencia bastante típica se fue tornando en atípica con el transcurso del día, dado que parecía que iban a disfrutar de un baño en pareja bastante íntimo y por todo lo alto.

El circuito termal comenzó con el breve masaje relajante para templar sus cuerpos y, así, uno al lado del otro, disfrutaron del placer proporcionado por las manos de un extraño.

A decir verdad, les resultó bastante erótica la escena: verse medio desnudos, uno al lado del otro, sin poder tocarse y siendo acariciados por otra persona; o eso creyó entender Andrea cuando Jaime se bajó de la camilla con la entrepierna algo más abultada de lo que estaba quince minutos antes.

Aunque el chico quisiera ocultar su erección con la toalla, ya era demasiado tarde; una vez que Andrea había posado sus ojos sobre ella, por mucho que la cubriera, no podría olvidarse del premio gordo.

Sólo con esa visión, el sexo de Andrea comenzó a latir y a humedecerse casi en el acto. Si le hubieran dicho que los aceites esenciales del masaje eran afrodisíacos, se lo hubiera creído sin dudarlo.

Se metieron rápidamente en la piscina de agua tibia, con la intención de calmar la excitación latente, pero hubieran necesitado una ducha fría para aliviar la quemazón que empezaba a recorrer sus cuerpos.

Andrea recorrió la sala con la mirada y no vio a nadie. Jaime, sin sus gafas, tampoco podía distinguir demasiado más allá de un par de metros, así que se fio de su chica cuando lo acorraló en la esquina de la terma y le susurró al oído «Estamos solos» mientras le acariciaba su miembro de forma poco disimulada.

Poco a poco, parecía que la temperatura del agua iba subiendo, poco a poco, el deseo de sus cuerpos iba creciendo.

Juguetón, Jaime le agarró un pecho a Andrea y mordisqueó sus ya erectos pezones a través de la tela del bikini. Su chica arqueó la espalda cuando la electricidad recorrió su cuerpo y dejó escapar un leve gemido de entre sus labios. El miembro de Jaime palpitó en respuesta, y Andrea pudo sentirlo, más duro si cabe, contra su vientre.

La chica intentó colar su mano por la cinturilla del bañador de Jaime, pero éste se la retiró negando lentamente con la cabeza.

—Todavía no —le susurró al oído, provocando que la piel de su chica se erizara, al tiempo que le mordisqueaba el lóbulo de la oreja.

Jaime apartó las braguitas del bikini de Andrea, a lo que ella respondió tirando del lazo de uno de los laterales, quedándose desnuda de cintura para abajo, y permitiendo que los dedos juguetones de su chico la acariciaran entre sus pliegues.

Jaime no pudo soportar más la osadía de su novia y, bruscamente, le dio la vuelta para posicionarla en el lugar que él estaba ocupando hasta el momento: la esquina de la piscina. Se bajó el bañador, liberando su miembro, alzó las piernas de Andrea y la embistió de forma brusca hasta llegar a lo más profundo de su sexo.

Aunque se encontraran solos, debían ser silenciosos, ya que el más mínimo ruido podría alertar a los empleados y destapar su travesura, así que Jaime cubrió la boca de Andrea con la suya propia y siguió empujando, de forma frenética, entre sus piernas.

La excitación del momento les hizo alcanzar el orgasmo de forma apresurada, y ambos se corrieron entre suaves risas y ardientes besos.

Justo cuando hubieron acabado, con sus corazones aún latiendo desbocados, una familia entró en la sala, pillándoles abrazados en aquella esquina de la piscina. A la pobre Andrea le tocó la ardua tarea de buscar sus braguitas entre las profundidades de la terma, pero parecía que sus compañeros no se habían percatado de nada raro.

Por suerte, aquella familia solo pudo atisbar a una pareja muy acaramelada disfrutando de la soledad de la estancia pero, de haber llegado un par de minutos antes, se habrían encontrado con una escena que parecería sacada directamente de un vídeo porno amateur.

 

@caoticapaula

 

 

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