Aún no es verano y ya hemos inaugurado la temporada de playa follando de noche en el agua. 

 

Este año da la sensación de que el verano haya empezado antes, en mayo ya parecía que estábamos en pleno julio. 

A Enzo le gustaba tanto la playa de noche como a mí, habíamos vuelto a hablar después de nuestra ruptura y teníamos la sensación de que las cosas volvían a fluir de nuevo. 

Quedamos en Gavá, para caminar por el paseo marítimo tranquilos. Llegó vestido con unos pantalones tejanos cortos, una camisa de manga corta muy veraniega y unas chanclas, no estaba acostumbrado a verlo tan casual y me hizo ilusión, lo sentí como más cercano, más parecido a mí.

Paseamos un rato y me estuvo contando cómo le iba la vida, después de nuestra ruptura se centró en él mismo y se sentía con mayor autoestima y más vivo que nunca. Le vi lleno de positividad y seguridad en sí mismo, y eso me atrajo mucho. 

Nos adentramos en la playa y nos sentamos cerca del agua, la playa era de arena fina y estaba fría. Pasó el brazo por detrás de mí espalda y me abrazó. 

Nos quedamos callados por unos segundos escuchando como las olas rompían en la orilla y viendo el reflejo de la luna en el mar. 

Nos relajaba muchísimo el sonido del mar, cuando estábamos juntos muchas veces íbamos a la playa por la noche, cuando no había gente ni luz y nos tumbábamos a mirar las estrellas.

   – Se está muy bien, no hace frío ni calor, ¿No te parece? – Me dijo mientras me abrazaba. 

   – Se está muy bien si, aunque seguro que el agua aún tiene que estar helada. 

   – Seguro que sí, me apostaría lo que fuera a que no te meterías con lo friolera que eres. 

   – ¿Qué te apostarías? Sorpréndeme.- Dije en tono juguetón. 

   – Si te metes en el agua conmigo ahora mismo, pago un hotel y nos despertamos mañana juntos, ¿qué te parece? 

Yo aún quería a Enzo, seguía teniendo sentimientos hacia él y pensaba que lo nuestro podía tener solución, así que despertar a su lado, abrazarlo y sentirnos unidos se nuevo, me parecía una buena recompensa. 

   – ¡Trato hecho! – Dije levantándome rápido con una sonrisa en los labios.

 

Me quité el vestido que llevaba puesto, el sujetador y las bragas, y me fui directa al agua enseñándole mi trasero, seguro que le pareció de lo más sugerente.

He de reconocer que el agua estaba muy fría, mucha sensación de Julio pero el agua de noche era de pura primavera. 

Fui poco a poco entrando en el agua y tenía la piel de gallina, estaba helada y con cada ola daba un pequeño gritito, cuando de repente noté el pecho de Enzo en mi espalda. 

   – Si que tienes que tener ganas de pasar la noche conmigo para meterte en el agua en ésta época.- Sus brazos rodearon mi cintura, mientras sus labios rozaban mi cuello. 

Me giré y le miré a los ojos mientras mis brazos se acomodaban en su cuello. 

   – ¿Cuántas ganas crees que tengo de pasar la noche contigo? – Dije mordiéndome el labio.

   – Pues no lo sé, pero creo que parecidas a las mías.- Dijo acercando mi mano a su entrepierna.

 

Estaba completamente empalmado incluso con la agua fría y eso aún me ponía más a mil. Me acerqué y le besé, nos saboreamos mutuamente. No recordaba cómo era besar sus labios y en ese momento lo tuve claro, volvía a quererle como antes y aún tenía más ganas de estar con él en todos los sentidos.

Mis piernas lo rodearon mientras me cogía en brazos, estábamos desnudos y sin casi ayuda, entró dentro de mí y curiosamente, aún y con el agua salada, no me dolió nada, no noté prácticamente que el agua resecara la zona, sólo podía notar aún más cada centímetro de su cuerpo dentro de mí.

Me quedé abrazada a su cuello mientras me penetraba y notaba todo el calor que desprendía su cuerpo, era una mezcla perfecta entre el frío y el calor, una sensación casi orgásmica.

Uno de sus dedos rozó mis labios y fue bajando por mi pecho, me dejé caer un poco hacia atrás y sus manos fueron directas hacia mis pechos, acompasando el ritmo de sus caderas y haciéndome sentir muy sexy por unos segundos.

 

Me acerqué a él y acaricié su pelo mientras mordisqueaba su cuello. Aceleró el ritmo agarrándome de las caderas y penetrándome aún más profundo. Tenía la gran habilidad de darme justo en el punto G cuando lo hacía y en pocos segundos me agarré fuerte a su espalda y grité de puro placer al llegar al orgasmo. Casi al instante, lo escuché gemir y se corrió dentro de mí mientras cogía bien fuerte mis nalgas.

Nos quedamos mirándonos y sonriendo, nada había cambiado, éramos Enzo y Lucía y nos sentíamos felices de sentirlo de nuevo. Rápido salimos y nos vestimos como pudimos, ya que no habíamos traído toallas ni nada.

Como gané la apuesta, en unos minutos estábamos en un hotel tomándonos una ducha caliente y dándole más rienda suelta a nuestra pasión. Teníamos que recuperar todo el tiempo perdido y las ganas de comernos mutuamente no habían cesado. 

Oaipa

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